Cabecera La Mirada Fotográfica

Cabecera La Mirada Fotográfica

martes, 27 de febrero de 2024

ISABEL QUINTANILLA Y SUS OBJETOS COTIDIANOS

 

Ventana, Isabel Quintanilla

Fueron cuatro las mujeres que formaron parte del grupo conocido como los realistas de Madrid, Isabel Quintanilla, María Moreno, Esperanza Parada y Amalia Avia. Junto a ellas estaban los hermanos Julio y Francisco López Hernández, escultor con quien Isabel se unió en matrimonio en 1960 y el reconocido pintor Antonio López García, que hoy en día es el único que queda vivo del grupo. Todos ellos vivieron y trabajaron en Madrid desde mediados de la década de 1950, y estaban unidos tanto por su formación y trayectoria como por relaciones familiares y de amistad. 

Si hace unos meses la Sala Alcalá 31 de la comunidad de Madrid se propuso asumir la labor de revisar el legado de Amalia Avia, bajo el comisariado de Estrella de Diego, en una exposición que fue casi un inventario de un Madrid ya desaparecido, ahora es el Museo Thyssen Bornemisza quien por medio de la comisaria Leticia de Cos Martín, ha conseguido reunir una sólida muestra de las obras de Isabel Quintanilla, noventa en total, para realizar una exposición monográfica de una de las figuras fundamentales del realismo contemporáneo. La muestra incluye sus pinturas y dibujos más sobresalientes, muchos de los cuales no se han visto nunca en España ya que pertenecen a museos y colecciones de Alemania, donde tuvo gran éxito y reconocimiento en las décadas de 1970 y 1980.  

Jardín, Isabel Quintanilla

La pintura de Isabel Quintanilla es el resultado de un dominio rotundo de la técnica y de un oficio adquirido en distintas escuelas, pero, sobre todo, de un trabajo continuado en el tiempo. La artista se refería con frecuencia a la lucha constante que supone resolver los problemas que la pintura plantea a todo el que quiere valerse de ella para experimentar la realidad de otra manera.


La exposición propone un recorrido por el universo de la pintora, protagonizado por sus objetos personales y por la intimidad de sus viviendas y talleres. Pero estos ambientes y elementos cotidianos forman parte, a su vez, del imaginario colectivo, por lo que apelan directamente a las emociones del espectador, un objetivo que la artista siempre tuvo presente.

Quintanilla empieza a pintar muy joven, su madre consciente del talento que ya se apreciaba  en ella desde niña, la apunta a clases en talleres particulares  y de artistas a los 11 años. A los quince consigue aprobar el examen de ingreso en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Allí conoce a Antonio López, a Julio y Francisco López y a María Moreno, que está en su mismo curso, y con la que traba una buena amistad. Con apenas 21 años, en 1959 obtiene el título de profesora de Dibujo y Pintura y empieza a dar clases como ayudante en un instituto. Además, expone por primera vez en una muestra colectiva organizada por la Fundación Rodríguez Acosta de Granada.

En 1960 se casa con Francisco López y se trasladan a Roma durante cuatro años, ya que el escultor ha obtenido el Gran Premio de Arte de la Academia de Bellas Artes para formarse en Italia. Tras su estadía en el Lacio y viajan por Europa donde se relacionan con otros artistas y  tras su regreso a España, Isabel retoma la docencia al tiempo que continúa pintando y en 1966 protagoniza una exposición en la galería Edurne de Madrid con obras realizadas en su mayoría en Roma, en la que vende casi todo lo expuesto.  

Escultura de Isabel quintanilla realizada por Francisco López

Pero es en Alemania donde Isabel Quintanilla logra su mayor reconocimiento. En 1970 Isabel Quintanilla conoce a Ernest Wuthenow, coleccionista y socio fundador de la Galería Juana Mordó de Madrid, encargado, además, de la promoción de sus artistas en el extranjero. Junto a los galeristas Hans Brockstedt y Herbert Meyer-Ellinger, consigue exponer su obra por toda Alemania durante las décadas de 1970 y 1980, en muestras colectivas como Arte después de la realidad: un nuevo realismo en América y Europa, en Hanover (1974), y la Documenta 6 de Kassel (1977), y en exposiciones individuales en Fráncfort, Hamburgo y Darmstadt, entre otras ciudades alemanas, y es en este país en el que vende gran parte de su producción.  


En España, participa en la gran muestra de la Fundación Marcelino Bon, Otra realidad: compañeros en Madrid (1992); en Santander, expone en el Museo de Bellas  Artes da Coruña junto a Amalia Avia y María Moreno (2005) y concurre en una colectiva  en el Museo del Prado (2007). En 1996, el Centro Cultural Conde Duque de Madrid le dedica una antológica y la madrileña Galería Leandro Navarro, una monográfica.

Quintanilla pintando

En la presente muestra podemos ver un recorrido por las distintas etapas de su pintura, desde sus obras más tempranas como La lamparilla (1956), en la que se observan elementos que la acompañarán a lo largo de su carrera, como la selección de pequeños objetos cotidianos que representa de frente y en un plano algo elevado, hasta aquellas obras que representan la profesión  de su madre a través de una serie de objetos, la máquina de escribir, un dedal, tijeras. También son representativos de la obra de Quintanilla, los rincones de su casa, tanto en interior como en el exterior y la ausencia de sujetos. Es poco habitual que pinte personas porque ella piensa que el vacío que se da sin ellos propicia la imaginación del observador. 

En una de las salas de la muestra se realiza un pequeño homenaje a sus compañeras del grupo de realistas incluyendo varios lienzos de Amalia Avia, María Moreno y Esperanza Prada. 

En general nos encontramos ante una muestra muy acertada y necesaria que pone de relieve que en España también tuvimos pintoras realistas que merece la pena conocer más a  fondo.  

La exposición permanecerá abierta al público hasta el 2 de junio y los sábados por la noche de 21:00 a 23:00 h. podrá visitarse gratuitamente gracias al patrocinio de la marca japonesa UNIQLO. 

viernes, 23 de febrero de 2024

AL FINAL DE LAS ESCAPADA. 50 AÑOS DE UN MAESTRO DEL RETRATO

Kodachrome, 1983 © Jordi Socías

Todos los que disfrutamos de la fotografía, bien porque nos dediquemos a ello o simplemente porque nos guste  contemplarla,  tenemos la ocasión de visitar desde el 22 de febrero y hasta el 21 de abril la maravillosa exposición que nos ofrece la Sala Canal de Isabel II, y que recorre la trayectoria vital y profesional del fotógrafo barcelonés Jordi Socías (Barcelona, 1945), desde mediados de los años setenta a la actualidad.

Bajo el título de Jordi Socías. Al final de la escapada, la comisaria Lucía Laín y el propio autor han reunido 90 obras, algunas de ellas inéditas, en lo que Socías ha denominado como “un paseo particular por el territorio de la observación.” 


El nombre de Jordi Socías va unido al periodismo, al cine, a la política y al glamour y lo está no solo por su doble condición de fotógrafo y editor, sino que se deriva también de todos aquellos a los que ha inmortalizado. En algunas culturas creen que cuando se fotografía a una persona se le roba el alma y nadie puede dudar que Socías es un ladrón de almas y de que lo hace con la maestría de un auténtico ladrón de guante blanco. 

Antonio Banderas, 1986  © Jordi Socías


Jordí Socías se ha alineado entre aquellos fotógrafos que saben que la belleza es inseparable de la finalidad y en este sentido, cualquiera de sus trabajos siempre ha tenido un aire realista, irónico y cosmopolita, bajo la férrea norma de la modernidad, que no es otra cosa que una mezcla de naturalidad y sofisticación, con un toque de fino humor que convierte cualquier imagen en un flujo surreal de la misma. 

El último baile. Nacho Duato, 1996 © Jordi Socías

Estructurada en cuatro niveles, en la planta baja el visitante encontrará una amplia selección hemerográfica de portadas e interiores de revistas y libros en los que la impronta de Socías está presente como fotógrafo y editor. En la primera planta se abordan sus primeros trabajos, como la instantánea del extrarradio de Barcelona en la que emergen las letras del Cine Lumière (1975), con la que él mismo considera que comenzó su carrera. Suyas son las imágenes de los padres de la Constitución Española, el golpe de Estado del 23F o el primer concierto de The Rolling Stones en Madrid, entre otras.



También se muestra en esta exposición la visión cosmopolita del autor con algunas imágenes callejeras de las grandes ciudades que ha recorrido como, Nueva York, Tokio, Panamá, París o Amsterdam, en las que se desvelan escenarios donde los personajes habitan como en una gran puesta en escena. O las realizadas para el cine o la televisión, con películas y series como Demonios en el Jardín, Calle 54 o La buena vida. 

Fernando Trueba, 1995 © Jordi Socías

Pero es sobre todo cuando contemplamos sus retratos cuando nos sentimos realmente subyugados. Francis Ford Coppola, John Le Carré,  Woody Allen, Ai Weiwei, Victorio Gassman, un jovencísimo Antonio Banderas colgado de la estructura de un cartel donde puede leerse la palabra CINE, una bellísima Aitana Sánchez Gijón con un pañuelo en la cabeza, el esbelto cuerpo desnudo del bailarín Nacho Duato o ese primerísimo plano de Dalí que le catapultó a la fama en 1979, son algunos de esos retratos que nos hacen suspirar y desear tener aunque solo sea una mínima parte de su visión fotográfica. Y es que como dice el periodista y escritor Manuel Vicent, “cualquiera que sea alguien en el mundo del arte, del cine y de la literatura en España ha sido marcado por el hierro de su cámara”. Y yo añadiría que también lo han sido muchas otras importantes figuras culturales de fuera de nuestras fronteras. 




Pero no fue solamente detrás de la cámara donde Jordi Socías demostró su visión, ya que en 1979 inspirado por el modelo de la Agencia Magnum y en colaboración con Aurora Fierro, montó la Agencia COVER, con la  finalidad de ofrecer fotos de actualidad a medios de comunicación nacionales e internacionales. La propuesta era clara: calidad estética y una mirada en profundidad tal y como defendieron en 1947 Robert Capa, Henri Cartier-Bresson y David Seymour. Toda una apuesta por la renovación fotográfica y editorial en un momento decisivo para una España con una constitución recién estrenada. La Agencia estuvo funcionando con idénticos compromisos hasta que en 2006 fue adquirida por el grupo Jupiter Images, el cual fue a su vez fue absorbido en 2008 por Getty images, lo que supuso la liquidación de la misma. Pero durante su período de vigencia pasaron por ella como colaboradores algunos de los más importantes fotógrafos españoles, Gervasio Sánchez, Lucas Vallecillos, Juantxu Rodríguez, Luis Valtueña, Xurxo Lobato, Ricky Dávila, Paco Elvira, Benito Román, José Manuel Navia o Javier Arcenillas fueron algunos de ellos. COVER Llegó a disponer de un archivo propio de más de un millón y medio de fotografías y representar a más de doscientos fotógrafos.


Lucía Laín y Jordi Socías 

Sin duda ésta es una exposición que no hay que perderse y que está entre las mejores de toda la amplia gama que se ofrecerán este año en la ciudad de Madrid. 




 

martes, 20 de febrero de 2024

EL REINA SOFÍA ACOGE LA MAYOR MUESTRA ANTÓLOGICA DE ANTONI TÀPIES

 


Manuel Borja-Villel, quien hasta hace poco tiempo fue director del Museo Reina Sofía vuelve al mismo como comisario de una de las mayores muestras realizadas hasta ahora del polifacético y multidisciplinar artista catalán Antoni Tàpies. La exposición forma parte de los actos organizados con motivo del centenario del autor, nacido en 1923 y que durante más de 70 años se dedicó a crear arte en el más amplio espectro de la palabra ya que a lo largo de esos años fueron muchas las etapas por las que pasó y también muchos los materiales que empleó para realizar sus obras. De esta manera la Fundación Antoni Tàpies, presidida por Inma Prieto y que ha colaborado con el comisario de la exposición, reivindica la vigencia del artista catalán, ya que en su opinión si bien Tàpies fue  muy reconocido mientras estuvo vivo, suele pasar que cuando una figura desaparece, pasados unos años  nos damos cuenta de que ésta tiende a disolverse y no podemos dejarla atrás porque forma parte de la memoria colectiva.



La muestra reúne cerca de 220 obras procedentes de museos y colecciones de todo el mundo y cuenta también con la colaboración de la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona y los préstamos de la familia del artista que permiten al espectador obtener una formidable visión de la dilatada carrera artística de Tàpies -desarrollada entre 1943 y 2012-, en la que experimentó con las propiedades expresivas de la materia y del lenguaje sin dejar de reflexionar en ningún momento sobre la pintura y la representación.


Asociado a la abstracción y al informalismo de posguerra por sus rasgos expresionistas, Tàpies se consideraba un pintor realista más que abstracto y su empleo inconfundible de la materia para crear formas y objetos le otorgan una identidad propia. Tremendamente prolífico, el trabajo de Tàpies se asemeja a un compendio en permanente construcción.


La exposición cuyas obras se han reunido en 10 salas de la 4ª planta del edificio Sabatini, comienza su recorrido con una serie de obras realizadas en sus años iniciales como artista. Bajo la influencia de Matisse o el mismo Picasso, comenzó a realizar autorretratos, que ya presagian el carácter introspectivo que caracterizará a su obra a partir de entonces. También fueron claves en su trabajo las influencias de Joan Miró, Max Ernst o Paul Klee.



En 1950 Tàpies se traslada a Paris gracias a una beca del Instituto Francés de Barcelona. Allí conoce a a Picasso y entra en contacto con las vanguardias internacionales. Es entonces cuando realiza la serie de dibujos Historia natural (1950-1951), una réplica al portafolio de frottages que Max Ernst realizó en 1926 con el mismo título. En comparación con trabajos anteriores, en esta serie, con la que el artista intenta dar respuesta a su deseo de entender el mundo y de reflexionar sobre la condición humana, subyace un carácter político y literario de mayor alcance.


A partir de 1953 la obra de Tàpies experimenta un punto de inflexión: abandona la figuración anterior y se hace más matérica al alterar la concepción tradicional de la superficie pictórica, incorporando texturas densas similares a las de una pared o tapia, a las que aplica incisiones, marcas, huellas, perforaciones, etc. También comienza a emplear otros materiales como son el papel o el cartón, que si bien ya utilizara en su primera etapa ahora utiliza de forma diferente pues estos materiales le sirven para experimentar con la materia y probar nuevos efectos. Así, la rotura deliberada de ciertas partes, el arrugamiento del soporte o las incisiones son testados metodológicamente, como se aprecia en obras como Papel de embalar (1964) o Morado con ángulos negros (1963).


A medida que pasan los años, el artista va probando nuevos materiales y experimente ligeros cambios conceptuales y variaciones en los tonos empleados en su obra, que van trascendiendo del ocre al negro dando a sus obras un matiz más austero. También el uso del barniz como base con su tonalidad áurea abre un mundo de posibilidades al artista y adquiere pleno protagonismo.

En las dos últimas décadas de la vida de Tàpies su obra se va impregnando de cierto sentimiento de melancolía, las continuas referencias a la muerte, la enfermedad y el dolor son predominantes. Es posible que en ello influyera la certeza de un final no muy lejano y también los acontecimientos políticos de la época. Cuando en 1993 inaugura su muestra en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia no deja de pensar que, a pocos kilómetros de los festejos, la antigua Yugoslavia se enzarzaba en una cruenta guerra fratricida. Impactado por la limpieza étnica de esta guerra realiza en 1995 una de las obras más icónicas de sus últimos años, Dukkha, en la que vuelca el significado de múltiples sentimientos, la desilusión, el sufrimiento, el vacío, el dolor. 

Manuel Borja-Villel, Inma Prieto, Manuel Segade, Antoni Tàpies i Barba y Gonzalo Cabrera Martín

Próximamente el Museo Reina Sofía publicará un catálogo cuyo contenido abarcará el total de las obras que están representadas en esta muestra. La exposición que se abre al público mañana 21 de febrero podrá visitarse hasta el 24 de junio.  



miércoles, 14 de febrero de 2024

EL MUSEO ICO PRESENTA UNA AMPLIA RETROSPECTIVA SOBRE LOS PUEBLOS DE COLONIZACIÓN EN ESPAÑA EN EL SIGLO XX

 

Calle de Vegaviana (Cáceres). 2016.
Arquitecto: José Luis Fernández del Amo.
© Ana Amado y Andrés Patiño


El Museo ICO ha presentado esta mañana Pueblos de Colonización. Miradas a un paisaje inventado, una exposición comisariada por Ana Amado y Andrés Patiño, en la que ambos han trabajado durante ocho años de forma autónoma y autofinanciada. El resultado es una gran exposición en la que la diversidad de materiales presentados convierte la muestra en un auténtico lujo. 


La muestra está formada por cerca de 200 obras originales entre documentos, dibujos y planos, además de publicaciones impresas y otras tantas reproducciones fotográficas que descubren al visitante una panorámica de las actuaciones del Instituto Nacional de Colonización (INC) en la España rural del siglo XX. En el recorrido se relata el proceso de creación y desarrollo de estos 300 pueblos de colonización, al tiempo que se complementa con las fotografías y entrevistas a colonos y especialistas, realizadas en la actualidad por Ana Amado y Andrés Patiño.


La colonización agraria en la España moderna tiene una larga trayectoria que se remonta al siglo XVIII,  pero es en el primer tercio del siglo XX cuando aparece el concepto de “colonización integral” que fusiona algunas de las políticas llevadas a cabo con anterioridad como son, las políticas hidráulicas, que permitieron la transformación de terrenos de secano en regadío,  con alternativas técnicas y parcelarias. El primer vestigio de estas ideas se produce en 1907 mediante la Ley de Colonización y Repoblación Interior. 


La Ley de Reforma Agraria republicana de 1932, que nació con el propósito de evitar el desempleo en el campo, contempla globalmente las obras necesarias para la ejecución de infraestructuras, viviendas y servicios, así como la forma de redistribuir de forma más equitativa la tierra y racionalizar la economía agraria. 


La posterior política colonizadora que puso en marcha el nuevo Estado franquista a través del Instituto Nacional de Colonización,  desarrollada al completo tras la guerra, se presentó como una rectificación de la reforma agraria republicana, aunque en la práctica fue una corrección y un ampliación de la llevada a cabo durante las dos décadas anteriores. En ella se potenciaron aspectos técnicos y productivos, plenamente subordinados a los intereses de los grandes latifundistas.


El planeamiento urbano y arquitectónico de los nuevos pueblos -creados desde un inusual acto de voluntad- va a ser un punto fundamental del programa, teniendo en cuenta el estado del país después de la guerra civil y la época de transición en que se encontraba la arquitectura española, que se debatía entre la tradición academicista oficial de posguerra y una expresión moderna de raíz orgánico-racionalista que pugnaba por hacerse oír.


El programa desarrollado por el INC constituyó la mayor operación urbanística en zonas rurales realizada en España. Movilizó a unas 60.000 familias y contribuyó decisivamente a la transformación de nuestro paisaje rural. Los nuevos pueblos, constituidos como un nuevo hábitat, supondrán una aportación arquitectónica nacida del espíritu de una modernidad racionalizadora que se vio interrumpida con la guerra.  


María Victoria Roque, colona de Vegaviana, Cáceres

El uso de la fotografía como elemento de propaganda está establecido desde sus mismos orígenes. La muestra presenta uno de estos ejemplos: la serie Spanish Village de Eugene Smith, publicada en Life en 1951, que cargaba las tintas en la pobreza y miseria del pueblo extremeño de Deleitosa, y que fue rápidamente contestada por el régimen franquista con un reportaje de un nuevo pueblo de colonización (Bernuy) como ejemplo de desarrollo en una época de interminable posguerra y aislamiento internacional.


El tratamiento de la imagen y el conocimiento que se tenga del programa del INC va a estar estrechamente vinculado a la presencia de un fotógrafo como Joaquín del Palacio, Kindel, que produjo las fotografías más icónicas de los pueblos, de Vegaviana al Realengo, Villalba de Calatrava, San Isidro o Esquivel. Estas imágenes quedaron en el recuerdo de muchas generaciones de arquitectos por su calidad, y motivaron y estimularon nuestra curiosidad por volver a visitar estos pueblos, sus arquitecturas y sus gentes, desde una mirada actual y contemporánea.


El camino seguido por Ana Amado y Andrés Patiño parte de la búsqueda de la colonización a través de la arquitectura, los arquitectos y los pueblos, y culmina con el inesperado descubrimiento de los colonos, de su postergado reconocimiento y de su protagonismo en la vida de sus pueblos. Su presencia se ha querido destacar en la exposición y en el gran tríptico audiovisual en el que aparecen sus voces, sus rostros y sus acentos, contándonos sus labores y testimonios -a menudo olvidados- y sirve como fondo siempre presente de la muestra. Algunos de aquellos colonos  de antaño y sus descendientes han querido estar presentes hoy en la inauguración de la exposición de la que sin duda son grandes protagonistas. 

Lucinio Muñoz, Ana Amado y Andrés Patiño

La muestra forma parte del Madrid Desing Festival 2024 y podrá visitarse hasta el 12 de mayo de 2024.