Cabecera La Mirada Fotográfica

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martes, 30 de marzo de 2021

SAURA Y LA DANZA SE VUELVEN A UNIR EN EL FERNÁN GÓMEZ

 


Ver y escuchar a Carlos Saura es siempre un ejercicio de altura, sería casi imposible tratar de calificar a este increíble monstruo en cualquier variedad de arte ya que podría decirse, aludiendo  al flamenco que tanto le gusta, que toca todos los palos. Lo mismo dirige una película que una obra de teatro o una opera. Es un fantástico fotógrafo, es pintor, dibujante, figurinista, compositor musical y seguro que si seguimos excavando encontraremos cualquier otra variedad entre sus muchas habilidades. Pero por encima de todo es un amante del flamenco, de la danza y de la música y  a lo largo de su vida, ya son 89 tacos y esperemos que sean muchos más, lo ha demostrado plasmándolo tanto en sus películas como en sus fotografías y es que siempre lleva una cámara consigo, incluso durante los rodajes, lo cual sus admiradores le agradecemos muchísimo. 



El teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa presenta Carlos Saura y la Danza, una exposición que recrea el universo creativo en torno a la danza del reconocido cineasta Carlos Saura a partir de su archivo. Una muestra sensorial y polifónica que reúne un variado y abundante repertorio de materiales de diferente naturaleza, - fotografías, dibujos, fragmentos de cine y teatro, fotosaurios (fotografías pintadas), guiones, manuscritos, fotografías de rodaje, carteles, materiales documentales, etc.- nunca expuestos al público de forma retrospectiva y temática, en torno a la danza.

La exposición, que ha sido producida por el Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa, cuenta con la colaboración de La Fábrica y se podrá ver en este teatro del Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid del 30 de marzo al 6 de junio.



En la prolífica trayectoria de Carlos Saura de más de seis décadas de trabajo y con obra de naturaleza muy diversa entre ficción y no ficción, el cine de danza ocupa un destacado lugar. Su relación con el baile y, muy especialmente con el baile flamenco, define gran parte de su trayectoria, hasta el punto de que resulta imposible entender el cine musical en España sin la figura de Carlos Saura, ni la de su propia filmografía, sin reparar en ella. Saura encarna la figura del “artista total” al ser capaz de condensar todas sus pasiones en una única obra, fundamentando el proceso creativo en su pasión por otras artes, utilizando el dibujo y la fotografía, además del texto y su afinado oído musical, para desarrollar producciones cinematográficas y teatrales en las que el cuerpo y el movimiento se funden sobre la tierra.


El recorrido de la exposición, acompañado por declaraciones del propio Carlos Saura y por la letra de Omar Khan en los textos, empieza con tres capítulos dedicados a tres aspectos claves de la danza y el cine musical de Saura: Cuerpo, Movimiento y Espacio, para dar paso a un recorrido visual por su filmografía de danza y sus piezas de teatro. El inicio de este recorrido lo marca el encuentro con Antonio Gades, - uno de los máximos exponentes de la danza española de todos los tiempos- cuyo resultado fue una trilogía de cine y dos piezas de teatro. Para este apartado se ha contado con la colaboración de la Fundación Antonio Gades y el Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música (CDAEM) (INAEM. Ministerio de Cultura y Deporte)



“Para mí fue una revelación”, afirmó Saura una vez que vio la versión de ballet de la obra lorquiana “Bodas de Sangre” de Gades.  Se trata de la primera película dedicada íntegramente al baile (1981) y el inicio de la famosa trilogía cinematográfica, -producidas por Emiliano Piedra-, fruto de una de las colaboraciones más interesantes y extraordinarias que se ha producido en nuestra cultura: el binomio creativo Saura y Gades. Una historia de complicidad y afinidad artística de la que formó parte en ocasiones también el hermano de Carlos, el artista Antonio Saura, al llevarla poco más tarde al teatro. A la película, le siguieron Carmen (1983), -que obtuvo una nominación a los Oscar-, y El amor brujo (1986), protagonizadas por Antonio Gades y producidas también por Emiliano Piedra.



Tras la famosa trilogía, el interés de Carlos Saura por la danza de tradición hispánica se plasmó de nuevo en la gran pantalla en la película Sevillanas, estrenada en 1992 y que supuso un homenaje con una visión renovada del género a este tipo de baile y cante, con Camarón de la Isla, Rocío Jurado, Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar, entre otros. Poco después, rodaría Flamenco (1995) que contó con todo un elenco de primeras figuras: Farruco, El Chocolate, Paco de Lucía, Joaquín Cortés, La Paquera de Jerez, Fernando Terremoto, Enrique Morente, José Mercé, Manolo Sanlúcar, Manuel Moneo, Manuel Agujetas, José Menese, Tomatito, Moraito, Rafael Riqueni, Carmen Linares, etc. Años más tarde, profundizando en este género, estrenó en 2010 Flamenco, flamenco, en la que se rodeó, otra vez, de primeras figuras como José Mercé, Sara Baras, Estrella Morente, Niña Pastori o el omnipresente Paco de Lucía, bajo la dirección de Carlos Saura que durante esos años había rodado otras tres películas dedicadas a la danza: Tango (1998), Iberia (2005) y Fados (2007).


Tango, no me dejes nunca (1998), coproducida por Argentina y España, escrita y dirigida por Carlos Saura y protagonizada por Miguel Ángel Solá y Mía Maestro, contó con la participación de Cecilia Narova, Juan Luis Galiardo, Juan Carlos Copes y Carlos Rivarola. La fotografía estuvo a cargo por Vittorio Storaro y la música compuesta por Lalo Schifrin, y obtuvo una nueva nominación en los Oscar a la mejor película de habla no inglesa para Argentina.

Seis años más tarde, en Iberia (2005), sobre la partitura de Isaac Albéniz, Saura consiguió una simbiosis perfecta del flamenco cantado y bailado con la música clásica, el ballet y la danza contemporánea, en una serie de cuadros donde la narración se realizó únicamente a través de imágenes. En esta producción, que recibió en 2006 el Goya a la Mejor Fotografía, de nuevo el espectador entra en la película a través de la cámara y se convierte en un artista más que asiste a los ensayos y gestación de cada actuación. La película contó con principales figuras del baile y cante español: Sara Baras, Antonio Canales, Manolo Sanlúcar, Miguel Ángel Berna o José Antonio Ruiz.

En Fados (2007), Carlos Saura quiso ampliar el universo del fado, incluyendo danzas, y otros elementos, e investigando en sus orígenes, en tierras de Brasil o Cabo Verde.


Explorando una vez más en la magia profunda de las músicas populares, Carlos Saura se adentró en el folclore argentino en la película Zonda (2015) para ofrecer un recorrido siguiendo el estilo formal de sus títulos precedentes (decorados desnudos, coreografías, estilizados juegos de luces y colores). Mientras rodaba “Zonda”, Saura ya estaba gestando su siguiente título cinematográfico: Jota (2016), junto con el bailarín Miguel Ángel Berna, y en la que participaron destacados músicos y bailarines de la escena española, italiana y mediterránea. Con la idea de relanzar la jota, el director quiso con esta película devolver actualidad a la jota, acercándose al género desde una perspectiva contemporánea. Por último, a sus 89 años, a Carlos Saura le queda aún por estrenar su última película El Rey de todo el mundo, rodada en 2019 y cuyo estreno está previsto en 2021, y que es una ficción coreográfico-musical protagonizada por cuatro jóvenes bailarines. Rodada en Guadalajara, es una película en la que Saura se recrea en la tradición folclórica de la música y el baile en México y para la ha contado con la participación de Isaac Hernández, Greta Elizondo, Giovanna Reynaud, Izaak Alatorre, Ana de la Reguera, Enrique Arce, Manuel García-Rulfo, Manolo Cardona, Eulalia Ramón, Damián Alcázar, Alejandra Toussaint y Ana Kupfer.

También en este momento se encuentra inmerso en el rodaje de una miniserie de 6 capítulos para la televisión sobre la vida de Federico García Lorca. 



La exposición, comisariada por Ana Berruguete de La Fábrica quiere rendir así un homenaje a la manera de hacer cine de danza de Carlos Saura o danza en el cine, sin olvidar sus incursiones en el teatro con piezas tan significativas como Carmen y Fuego con Antonio Gades, o las más recientes Flamenco Indiay Flamenco Hoy. A través de un variado y numeroso conjunto de materiales entre dibujos, pinturas, fotosaurios (fotografías pintadas), guiones, manuscritos, fragmentos de películas, fotografías de rodaje, carteles, etc., procedente del archivo personal de Carlos Saura, -gestionado por Eulalia Ramón y Anna Saura-, nos adentramos en la pasión de Carlos Saura por la danza.


Sobre Carlos Saura

Carlos Saura (Huesca, 1932) es uno de los cineastas españoles de mayor renombre internacional. El tres veces nominado al Oscar ha cultivado desde pequeño una gran pasión por el arte. No en vano, su madre era pianista y su padre, pintor. Cuando era adolescente se interesó por la fotografía, actividad que ha seguido desarrollando en algunas de sus películas. Saura se matriculó en el Instituto de Investigaciones y Estudios Cinematográficos, tras abandonar la carrera de Ingeniería Industrial.

En la década de los '60 comenzó su etapa más importante como cineasta, alzándose con el Oso de Oro del Festival de Berlín por La Caza (1966) y con el Oso de Plata por Peppermint Frappé (1967). Más adelante llegarían las también galardonadas Cría cuervos (1976) o Carmen (1983), nominada al Oscar, y el definitivo reconocimiento español en 1990 con ¡Ay, Carmela!, con la que ganó14 Goyas y los Goya al mejor director y al mejor guion adaptado. En 1979 consiguió una nominación al Oscar por Mamá cumple cien años, que se llevó el Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián. Además de otra nominación al Oscar por Tango

Io Don Giovanni (2009), Flamenco Flamenco (2010), Argentina(2015) Renzo Piano un arquitecto para Santander (2018) o El rey de todo el mundo (2021) son algunos de los últimos trabajos en el cine. Además, ha dirigido en cinco ocasiones la ópera Carmen en Spoleto, Stutgart, Florencia (Maggio Fiorentino) y Valencia y Don Giovanni. También ha llevado a escena en los últimos dos años El coronel no tiene quien le escriba una obra adaptación del texto de Gabriel García Márquez y La Fiesta del Chivo, ambas con gran éxito, además de numerosos musicales como Flamenco Hoy (2006) o Flamenco India (2015).

La fotografía siempre ha sido su gran pasión y su cámara fotográfica siempre le acompaña. Ha publicado numerosos libros de fotografía y ha llevado a cabo diferentes exposiciones, la última, Carlos Saura fotógrafo. Una vida tras la cámara, que actualmente se encuentra en itenerando en Logroño.

Carlos Saura y la Danza se podrá visitar del 30 de marzo al 6 de junio de 2021 en la Sala de Exposiciones en horario de martes a viernes de 10 a 14 h y de 17 a 21 h. Y sábado, domingo y festivos de 10 a 21 h.


sábado, 27 de marzo de 2021

LA SALA EL ÁGUILA ACOGE, DEL 26 DE MARZO AL 30 DE MAYO, LA EXPOSICIÓN NICOLÁS MULLER. LA MIRADA COMPROMETIDA.

 

Comida de Empresa. Madrid, 1950

Es relativamente frecuente que un tiempo después del fallecimiento de un artista se encuentre alguna obra inédita del mismo. Podría tratarse de una partitura, un cuadro, un poema, un manuscrito o como ocurre en este caso el soporte de una serie de fotografías. Cuando Ana Muller se encargaba de vaciar el último estudio que su padre Nicolás Muller, uno de los más importantes y reconocidos documentalistas del pasado siglo XX, tuvo en Madrid, se dio de lleno con una caja que contenía montones de negativos acumulados a lo largo de los años. A pesar de que éstos no estaban en muy buen estado inmediatamente se dio cuenta del valor de los mismos tanto a nivel documental como fotográfico. 

Con la ayuda de Juan Manuel Castro Prieto, la también fotógrafa y colaboradora de su padre desde principio de los años sesenta Ana Muller, digitalizó los negativos que fueron intervenidos por éste para conseguir un resultado óptimo con el que poder trabajar. A partir de ahí comienza a fraguarse lo que culminará en una muestra que hoy podemos ver en la Sala El Águila de Madrid, pero que previamente ha pasado por Tánger y Tetuán y que seguirá su andadura por los países en los que Nicolás Muller vivió y trabajó una vez finalizada la exposición de Madrid el 30 de mayo. 

Labrador. Hungría, 1935

Con los archivos gravados en un pendrive Ana se dirigió al Instituto Cervantes, institución que siempre estuvo muy interesada en el trabajo de su padre y cuyo anterior director Juan Manuel Bonet quiso ya organizar una exposición con los trabajos que el fotógrafo realizó en Marruecos. Es el poeta Martín López Vega, actual responsable del área de cultura quien se reúne con ella en esta ocasión y queda encantado con el material que está visionando. A partir de aquí y con la colaboración de la Comunidad de Madrid, en cuyo Archivo Regional está depositado el mayor fondo de imágenes del autor, y de el Ministerio de Cultura se empieza a trabajar en plena pandemia hasta llegar al resultado que hoy podemos contemplar y que está compuesto de 125 imágenes, la mayoría inéditas y que abarcan desde las primeras tomas que Nicolás Muller realizó cuando siendo estudiante de derecho y de ciencias políticas recorría con un grupo de amigos, escritores y poetas su país natal, Hungría, andando y en bicicleta y que él aprovechaba para documentar todo aquello que le llamaba la atención, hasta mediados de los sesenta. 

Construcción de Diques. Hungría, 1936

La Madelaine. París, 1938

Hungría era por aquel entonces un país semi feudal de ámbito rural y con una pobreza extrema. Muller documenta está situación retratando a los trabajadores y a las gentes que encuentra a su paso en sus tareas cotidianas. Ya desde estas primeras imágenes se puede observar una mirada profunda y una precisión técnica que iría perfeccionando con los años pero que para un aficionado, absolutamente autodidacta sorprende por su gran calidad. Como sorprende también la sensibilidad y el respeto con que refleja las duras condiciones de vida de niños y adultos, trabajadores en su mayoría desde una edad muy temprana y que va encontrando por igual en los distintos países que va visitando. 

Campesino del Alto Saboya. Francia, 1938

Mercado de Vilar Formoso. Portugal, 1939

Una de las cosas que llama la atención al visitar la exposición es lo increíblemente bien que funciona la composición en todas las imágenes de Muller. Las líneas juegan un papel muy importante en la fotografía, nos ayudan a dirigir la mirada hacía los puntos más importantes, crean dinamismo, nos dan un sentido del ritmo. En las imágenes de Nicolás Muller las líneas no se ven, pero se intuyen. La mayoría de sus fotografías siguen a la perfección la llamada regla de los triángulos, en donde todos los elementos están colocados de manera que cada persona u objeto tiene un peso específico en la imagen. Eso hace que la imagen tenga estabilidad y un mayor impacto visual. También el uso que el fotógrafo hace de los planos picados y contrapicados resalta aquello que quiere mostrarnos. 

Bajo la lluvia. Portugal, 1939

Las fotografías que llenan la sala, fueron realizadas en los distintos países en los que el fotógrafo vivió antes de asentarse en España. Así podemos ver imágenes de Paris, Oporto, Lisboa, Marruecos, la ciudad de Tánger donde tuvo su residencia durante varios años y desde donde dio el salto a España en el año 1948. Fue en Paris en 1938 cuando Nicolás Muller comienza a trabajar como profesional realizando encargos para  Regards, Marianne o Paris Match. Sobre todo se trataba de trabajos relacionados con las colonias infantiles, pero también con otro tipo de fotografía social que refleja la labor de dentistas, labradores, escuelas, etc. De allí saltó a Portugal, con un encargo de una revista francesa, pero allí pasó poco tiempo ya que se encontró con una serie de problemas personales. Y como no pudo volver a París, que había sido ocupada por el ejercito alemán, desde Lisboa recaló en Marruecos en el año 39 donde permaneció por un período de nueve años. 

Tanger, 1942

Grupo de niñas. Tanger, 1945

Ya en Madrid instaló su gabinete en el Paseo de la Castellana, por aquel entonces Paseo del Generalísimo, esquina con la calle Ayala y empezó a trabajar realizando retratos que se encontraban fuera de lo que se estilaba entonces para fotografía comercial, usando planos más cortos, más directos, sin retoques, sin posturas forzadas. Su relación con escritores, filósofos y otros intelectuales le ayudó a posicionarse, al colocar los retratos que realizaba a estos personajes en las vitrinas que daban a la calle, lo cual atraía nuevos clientes a su estudio. Utilizaba un equipo muy básico con iluminación de lámparas fresnel, práctimente sin trípode y con una Rolleiflex que años más tarde, en el 62, cambiaría por una Hasselblad.

El río Huecar. Cuenca, circa 1952

El conjunto de las imágenes que forman la exposición, que ha sido comisariada por la propia hija del fotógrafo Ana Muller y por  José Ferrero, suponen una perfecta muestra del trabajo de Nicolás Muller, que invita a reflexionar y a querer conocer un poco más de una época pasada, pero reciente, y de la obra de este fantástico fotógrafo. Además, de forma exclusiva para esta ocasión, en la Sala El Águila acompañan a estas imágenes numerosos documentos, fotogramas y publicaciones del Fondo Nicolás Muller que se custodia en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid y que cuenta con más de 80.000 fotografías.

Ana Muller y José Ferrero

Junto con la exposición se ha editado un libro que próximamente podrá adquirirse tanto en la sede del Instituto Cervantes como en la librería de LA FABRICA y que contiene el total de las obras expuestas.