Diana Markosian es una
fotógrafa documental, nacida en Rusia y criada en California, en Estados Unidos.
Sus reportajes la han llevado a lugares remotos de todo el planeta, desde las montañas del Cáucaso al Norte de Rusia, hasta la antigua Ruta de la
Seda en Tayikistán o las remotas tierras
del Corredor de Wakhan en el noreste de
Afganistán. Sin embargo debido a su origen armenio en el año 2011 se le impidió
la entrada en Azerbaiyán por motivos étnicos.
Diana se graduó a los 20
años en periodismo por la Universidad de Columbia e inmediatamente puso en
práctica sus primeros proyectos. En sus trabajos, tanto personales como editoriales
y que han sido publicados en periódicos como el New York Times, el New Yorker o
el Times Magazine, ella explora la
relación entre la memoria y la identidad del lugar. En el 2013 fue la ganadora
del Magnum Emerging Photographer Fund.
Uno de sus trabajos más
interesantes es, sin duda, “Inventing my father”. Cuando Diana Markosian tenía
siete años, en 1996, su madre abandonó a su padre, dejándole en su casa de Moscú
y se los llevó a ella y a su hermano a vivir a California. En un intento por
olvidar todo lo que quedaba atrás, incluidos los momentos más desesperado en
que se habían visto obligados a recoger botellas para poder intercambiarlas por
comida tras el derrumbe y el colapso de la Unión Soviética, en su casa no se
hablaba de aquellos años, ni se mencionaba a su padre. La madre llegó incluso a
recortar el rostro de su padre de las fotografías familiares, anulando por
completo a aquel hombre del que ni siquiera se despidieron al partir. Sin
embargo quizás fue ese hecho el que hacía más difícil el olvido. Diana miraba
al cielo cuando pasaban los aviones y deseaba que su padre estuviera en alguno
de ellos y fuera a visitarla, pero eso nunca ocurrió.
Llegó un momento en que
Markosian no tenía recuerdos reales de su padre, únicamente algunos fragmentos
que a duras penas conseguía arrancar a su madre a regañadientes y una imagen
recreada por su imaginación. Apenas sabía que él era escritor y que le gustaba
leer a Nabokov. Cuando cumplió veintidós años decidió ir a su encuentro y se
trasladó a Armenia, a la casa en la que residía su padre. La primera imagen que
tuvo no coincidía con la que se había formado de él pero la casa estaba
exactamente igual a como la recordaba.
No se había cambiado ningún mueble, las paredes estaban recubiertas de pinturas
al óleo de su abuelo y de fotos de familia e incluso conservaba los juguetes de
su hermano en un armario del ático.
Durante un tiempo se quedó a
vivir allí, intentando rencontrarse con el pasado y conocer de nuevo a aquel
hombre del que apenas tenía recuerdos. Vieron juntos viejos álbumes de
fotografías, salían a correr, él le leía sus poemas mientras tomaban chocolate,
pero la relación era difícil. El tiempo y la distancia habían hecho que él no
la reconociera a ella, ni ella a él, se sentía fuera de lugar. Junto a los
buenos momentos, había otros de distanciamiento por parte de ambos. Aún hoy
ella no sabe lo que es para su padre, ni lo que éste significa para ella,
aunque sigue intentándolo.
Otro de sus trabajos “School
No.1”, es un reportaje realizado diez años después con algunos de los
sobrevivientes del secuestro y la matanza en septiembre de 2004 en una escuela
de Beslan, una pequeña ciudad de Rusia en la República de Ossetia del Norte, en
donde murieron 334 personas, entre padres, profesores, y más de la mitad de los
cuales eran niños. Diana viajó hasta allí acompañada de Zarina Albegaeva, quien
cuando ocurrieron los hechos tenía 11 años y al oír los primeros disparos pensó
que se trataba de fuegos artificiales, ya que era día de fiesta. Su hermana fue
una de las personas que fallecieron en aquel lugar.
Todos los trabajos de
Markosian resultan sumamente interesantes, no sólo por sus imágenes sino
también por lo que representan, por lo que os invito a pasar por su página y
dedicarle un tiempo a contemplar y a asimilar lo que nos muestra.
También podéis encontrar una interesante entrevista en VIMEO
No hay comentarios:
Publicar un comentario