Cabecera La Mirada Fotográfica

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martes, 1 de junio de 2021

LA FUNDACIÓN MAPFRE EXPONE LA OBRA DEL POLIFACÉTICO FOTÓGRAFO BILL BRANDT

Bill Brandt 
Río Cuckmere, 1963

Nacido como Hermann Wilhelm Brandt en Hamburgo en 1904, en el seno de una rica familia de origen ruso cuya generación anterior procedía de Gran Bretaña, decidió, tras haber vivido en Viena y París, instalarse en Londres en 1934. En un entorno de creciente animadversión por lo alemán provocada por el ascenso del nazismo, trató de borrar todo rastro de sus orígenes, llegando a afirmar que era natural de la isla británica. Ese ocultamiento y la creación de una nueva personalidad envolvieron su vida de un aura de misterio y conflicto que se vieron reflejados directamente en su obra. Brandt siempre cultivo el misterio y la opacidad sobre su biografía, hasta el punto de mantener esa falsedad sobre su origen incluso en la década de 1970. Sus imágenes tratan de construir una visión del país que abraza como suyo, pero no del país real, sino de la idea del mismo que él se había forjado durante su infancia con lecturas y relatos de sus familiares. Brandt siempre cultivo el misterio y la opacidad sobre su biografía, hasta el punto de mantener esa falsedad sobre su origen incluso en la década de 1970.

Bill Brandt
La Muerte y el industrial, Barcelona, 1932

Aquejado de tuberculosis cuando era joven, parece que fue en los sanatorios suizos de Agra y Davos, a los que su familia le envió para recuperarse, donde comenzaron su interés por la fotografía y muchos de sus descubrimientos literarios: Fiódor Dostoievski, Gustave Flaubert, Franz Kafka, Guy de Maupassant, Ernest Hemingway y Charles Dickens. Tras pasar unos años en Suiza, se trasladó a Viena para ser tratado por el doctor Wilhelm Sketel, quien consideraba que la enfermedad podía ser tratada mediante el psicoanálisis, partiendo de la base de que la tuberculosis no era sino el síntoma de un mal, más profundo, en la mente del paciente. Todos estos aspectos han imbuido su obra y su vida de un aire postromántico. Sus fotografías parecen encontrarse siempre en el límite, pues causan atracción y rechazo a la vez. 

Bill Brandt 
Tarde en Kew Gardens, 1932

La decisión de Brandt de dedicarse a la fotografía podría deberse a algo casual, pero parece que influyeron también las recomendaciones de la pedagoga y filántropa Eugenie Schwarzwald, quien le puso en contacto con los círculos artísticos. Tras recibir los elogios de Ezra Pound  por un retrato suyo, decidió irse a París, verdadero centro por aquel entonces de la fotografía europea. Así pues en 1930 Brandt se trasladó a París junto con su primera pareja, Eva Boros, para entrar como asistente en el estudio de Man Ray. Sin llegar a participar de forma activa en ninguno de los grupos de las vanguardias históricas, el artista se impregnó de las ideas que bullían en un París en el que abundaban los artistas jóvenes, muchos de ellos inmigrantes, buscando hacerse un hueco en el mundo profesional. Sus imágenes de esa primera época tienen un aire de catálogo de «temas» del psicoanálisis, clara muestra de la influencia que sobre él ejercía el surrealismo. 

Bill Brandt 
Vitrina de sombrerería en Bond Street, 1934

Casi todas sus imágenes, tanto las de carácter más social de antes de la guerra como las de su posterior etapa más «artística», mantienen una fuerte carga poética y ese halo de extrañeza y de misterio tan característico en el que, al igual que en su vida, se mezclan siempre realidad y ficción.  

La muestra que la Fundación Mapfre nos ofrece es una retrospectiva que reúne 186 fotografías positivadas por el propio Bill Brandt, que a lo largo de casi cinco décadas abordó los principales géneros de la disciplina fotográfica: reportaje social, retrato, desnudo y paisaje, tal como señala su biógrafo Paul Delany en Bill Brandt. A Life (2004).  

Bill Brandt 
Joven del East End bailando «The Lambeth Walk», marzo de 1939

El recorrido, dividido en seis secciones, trata de mostrar cómo todos estos aspectos –en los que la identidad y el concepto de «lo siniestro» se convierten en protagonistas– confluyen en la obra de este ecléctico artista que fue considerado, ante todo, un flâneur. Un «paseante» en términos similares a los que lo fue su admirado Eugène Atget, a quien siempre consideró uno de sus maestros. Ciento ochenta y seis fotografías que se complementan con escritos, algunas de sus cámaras de fotos y distinta documentación, entre la que destaca una entrevista que ofreció al final de su vida al canal de televisión británico BBC en 1983, así como publicaciones ilustradas de la época. Todo ello gracias a la cortesía del Bill Brandt Archive de Londres y de la Edwynn Houk Gallery de Nueva York.

Bill Brandt
Sirvienta y sirvienta segunda preparadas para servir la cena, 1936

En febrero de 1936, dos años después de su llegada a Londres, Bill Brandt publicó su primer libro, The English at Home. Las escenas reproducidas en el volumen, a pesar de parecer espontáneas y naturales, habían sido previamente preparadas. Para este primer libro, Brandt utiliza un formato alargado, propio del formato álbum, y adopta una de las fórmulas de diseño más utilizadas por las publicaciones gráficas centroeuropeas: la unión de contrarios en pos del contraste significativo entre cada par de fotografías. Brandt busca la contraposición entre dos clases sociales enfrentadas en página par e impar, desarrollando dos discursos narrativos en paralelo, pero sin mezclarlos. Así, en el apartado que se ha denominado “Arriba y Abajo”, encontramos escenas de familias de clase alta paseando o cenando, y poco después las mismas actividades, pero desarrolladas por familias de mineros y de clase social inferior.  

Bill Brandt
Estación de metro de Elephant and Castle, 1940

Bill Brandt
La catedral de San Pablo bajo la luz de la luna, 1942

 Dos años después de la aparición de The English at Home, Brandt publicó A Night in London, una especie de réplica a la obra de uno de sus fotógrafos más admirados, Brassaï, cuyo libro Paris de Nuit se había puesto a la venta seis años antes en Francia. Es la aportación de Brandt al género fotográfico y cinematográfico que algunos historiadores han denominado la «sinfonía de las grandes ciudades».  

En 1943 Brandt empieza a trabajar para Lilliput y  Harper’s Bazaar en su edición americana. En esta fecha aborda el género del retrato profesionalmente. La primera referencia de Brandt a sus propios retratos, de los que se conservan más de cuatrocientos, apareció en Lilliput en 1948. Parafraseando a Breton, Bill Brandt señalaba: «Un retrato no debe ser solo una imagen sino un oráculo que uno interroga, y la meta del fotógrafo debe ser encontrar una semejanza profunda física y moralmente, que sugiera algo del futuro del sujeto. El fotógrafo tiene que esperar hasta que en la expresión del retratado  ocurra algo intermedio entre el sueño y la acción».  Sin embargo conseguir esto no siempre le resultaba sencillo. En el video que acompaña la exposición Bill Brandt nos habla de las dificultades que tuvo para conseguir un buen retrato de algunos de los artistas  a los que tuvo que fotografiar. 
Bill Brandt 
Desnudo, Baie de Anges, Francia, 1959

Bill Brandt 
Desnudo, Londres, 1952

Brandt no comenzó a trabajar en el género del desnudo hasta la década de 1940 y  durante mucho tiempo mantuvo estas obras como algo privado. La fotografía documental se había convertido, para él, en una moda que todo el mundo practicaba; y la vieja Gran Bretaña, con su marcada división de clases sociales, era algo del pasado. Cabe recordar que el desnudo es uno de los temas clásicos de la pintura y, como tal, marca la evolución de Brandt desde el documentalismo hasta la consideración social de «artista». En esta evolución, se sirvió de una vieja cámara de placas con un objetivo que producía una sensación de gran espacialidad y profundidad con el fin de transformar el espacio cotidiano de una habitación en un entorno onírico.

En la década de 1950 visitó las playas del Canal de la Mancha para hacer una serie de retratos del pintor Georges Braque. La visión de esas playas pedregosas le hizo cambiar de dirección y comenzar a fotografiar piedras y partes del cuerpo femenino como si de esas mismas piedras se tratase. Unió carne y roca, calor y frío, dureza y morbidez en un mismo discurso formal.


Bill Brandt 
Francis Bacon en Primrose Hill, Londres, 1963

Tras profundizar en el retrato –que nunca dejó de practicar–, Bill Brandt introdujo el paisaje en su repertorio. Completaba así la temática clásica de lo que convencionalmente se considera los géneros artísticos tradicionales. En ellos buscó introducir una atmósfera – término que para Brandt parece contener toda una serie de referencias estéticas que remiten tanto a la tradición pictórica como literaria– que interpelase al espectador y le suscitara una respuesta emocional ante lo contemplado. En este sentido, daría la sensación de que el artista no quiere simplemente representar un lugar sino captar su espíritu en una sola imagen. Tal es el caso de Halifax; «Hail Hell & Halifax» (1937) o de Río Cuckmere (1963). Cuando en estos paisajes comienzan a aparecer arquitecturas de piedra, como tumbas y cruceros, Brandt cree haber conseguido su objetivo: captar la atmósfera.

Bill Brandt
Buscadores de carbón en East Durham, 1937

Bill Brandt 
Halifax; «Hail Hell y Halifax», 1937

Bill Brandt 
Top Withens, West Riding, Yorkshire, 1945 

El catálogo que acompaña a la exposición incluye reproducciones de la totalidad de las obras expuestas, además de un ensayo principal a cargo del comisario del proyecto, Ramón Esparza y otro de Maud de la Forterie, doctora en Historia del Arte por la Universidad de la Sorbona, cuya tesis doctoral se centró en la obra de Bill Brandt. La publicación reproduce también un ensayo de Nigel Warburton sobre el artista, publicado originalmente en 1993 y revisado para la presente edición, así como el texto de Bill Brandt «A Statement» [Una declaración], aparecido en marzo de 1970 en la revista Album.


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