Cabecera La Mirada Fotográfica

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domingo, 17 de mayo de 2015

CAFÉ CON : ANTONIO GRAELL



Una de las cosas más agradables de las que disponemos en la vida, es la de poder charlar con los amigos sobre temas que nos interesan mientras degustamos un café o una cerveza, o cualquier otra cosa que nos apetezca. 

Hace unos días tuve la suerte de poder disfrutar de uno de esos momentos y decidí que era una buena ocasión para poner en marcha una nueva sección en La Mirada Fotográfica a la que llevaba tiempo dando vueltas. Ya que tengo la suerte de tener amigos relacionados de una u otra forma con el mundo de la fotografía, ¿Por qué no publicar una serie de entrevistas? Y claro, ellos y ellas que son muy buena gente, me dejan hacer. 

El lugar elegido para esta primera entrega fue el café El Espejo, aprovechando la cercanía a la sala de exposiciones de Mapfre en la que aún se puede visitar la muestra de Garry Winogrand por la que nos pasamos primero. La víctima, Antonio Graell, ese personaje de barba larga y aspecto bonachón que utiliza la cámara fotográfica como si empuñara un pincel, dejando sobre el papel improntas de claroscuro  y de tenebrismo a la manera de los pintores flamencos e italianos del Cinquecento, o de su máximo exponente, Caravaggio. La diferencia reside en que Graell lo hace para plasmar cuerpos desnudos, fotografía erótica y fetichista, con una estética y una plasticidad que alejan al espectador de cualquier conato de vulgaridad. 




¿Quién es Antonio Graell?

¡Uy! Un tío muy raro, un tío que descubrió la fotografía a los dieciséis años, durante un viaje de intercambio deportivo a través de Barcelona y París hacia Holanda, con una cámara telemétrica prestada por mi padre. Y algo debí de hacer bien porque a la vuelta, cuando mis padres vieron las fotos que había hecho, no sé si porque les gustaron o porque mis logros académicos no eran muy buenos, me propusieron estudiar fotografía. Yo acepté, no con gran entusiasmo, y  a día de hoy creo que fue la mejor decisión que podía haber tomado.


¿Cuándo y cómo te inicias en el mundo profesional?

Pues yo diría que más o menos a mediados de los ochenta. Fue un poco a modo de complemento de otros trabajos y actividades. Empecé haciendo fotografía social, ya sabes bodas, comuniones, convenciones. Luego me fui introduciendo en el mundo de la publicidad, sobre todo para catálogos. Creo que ahí fue donde comencé a interesarme por la iluminación. Aunque no lo parezca la iluminación de los productos puede resultar bastante compleja y entenderla es fundamental para resaltar la calidad de los artículos y para incitar al consumidor a comprarlos.



¿Qué tiene de especial tu iluminación?

A mí siempre me ha gustado el cine, especialmente el cine negro y de terror que se realizaba en  los años cuarenta en Hollywood y el expresionismo alemán de los años veinte. Creo que parte de mis primeros planteamientos llegaron de allí. Luego con el tiempo empecé a experimentar otros métodos menos convencionales. Me encanta por ejemplo la calidez que produce en las imágenes la llama de las velas, el fuego en general, la luz indirecta, en fin todo aquello que se aparta un poco de los cánones establecidos. 

¿Cómo se pasa de hacer bodas y bautizos a convertirse en uno de los más reconocidos fotógrafos españoles del erotismo?

Pues un poco por casualidad y otro poco porque el tema me interesaba. Yo había realizado algunas sesiones fotográficas sobre fetichismo con Beatriz, mi pareja y ayudante, con el BDSM como fondo. En los noventa la búsqueda de fantasías eróticas y la experimentación sexual alternativa estaban muy en boga y  resultaban muy atractivas visualmente. 

Un día le enseñé las fotos a Jose María Ponce Berenguer, que además de periodista y editor gráfico de varias revistas, por aquel entonces dirigía el FICEB, (Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona), y cuando las vio me dijo que si realizábamos un reportaje en esa línea que podía ayudarnos a exponer.



¿Tú ya habías trabajado en ese campo?

Había trabajado como ayudante de otro fotógrafo para la realización de una portada de Interviu, pero en solitario no y la verdad es que cuando acepté meterme en aquel proyecto iba un poco a ciegas. Empezamos a contactar con gente corriente que quisiera participar, ya que no disponíamos de presupuesto para modelos, y logramos que varias personas se interesaran por el planteamiento que les expusimos. Un bombero, un chico que tenía un  gimnasio, una modelo que se estaba iniciando y que nunca había hecho lencería ni nada por el estilo, y así empezamos a trabajar. 

En sólo unos meses realizamos 45 fotografías que fueron expuestas en Barcelona con el nombre de “En La Frontera” y que obtuvieron un gran éxito tanto por parte del público como por parte de la crítica. 

Esta exposición formo parte también de PhotoEspaña 2009 y estuvo presente en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián y en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid.


Ese fue el pistoletazo de salida ¿Y después?

Gracias a la buena prensa de la exposición empecé a colaborar con varias revistas del sector, como “LIB”, donde desde el principio me permitieron desarrollar mi trabajo con total libertad y mostrar mi faceta más personal como fotógrafo. También hice una portada para una revista sobre BDSM que empezaba su trayectoria en aquel momento y que se llamó “Club Cuero”. 

¿Cuál es en este momento la situación de la fotografía erótica?

La verdad es que no está en su mejor momento. Ahora todo es muy igual, se siguen realizando fotografías de desnudos pero no existe una tendencia claramente erótica. Si nos apartamos de un mercado muy específico de revistas o webs, en las que todo es sota, caballo y rey, no hay grandes fotógrafos interesados en el tema.
Yo recuerdo el trabajo de Irina Ionesco de los años 70, o el de Newton en el que el erotismo estaba muy presente pero había mucho más. La calidad de las imágenes sobrepasaba el peso del desnudo, instándonos a despertar la imaginación. En aquella época el erotismo era muy fuerte pero muy cuidado.


¿Quizás esa falta de entusiasmo pueda venir dada porque en algún momento pudo llegar a confundirse erotismo y pornografía? 

No, no lo creo. Yo pienso que esa diferencia siempre ha estado muy clara.

¿Y dónde está el límite?, ¿Qué línea separa visual y fotográficamente ambas disciplinas?

Yo creo que eso depende en gran medida del espectador, de la intención del autor y también por supuesto depende del medio en donde se visualice la imagen. Tenemos ejemplos muy claros, fotografías expuestas en algunas de las galerías o museos más importantes del mundo han sido censuradas en medios sociales como Facebook por considerarlas impropias. Así que no podemos hablar de una línea, sería más bien una franja algo ambigua, en la que se mueven las distintas maneras de interpretar del público que contempla la obra.
Nosotros a nuestra primera exposición “En la Frontera”, le dimos ese nombre precisamente por eso, porque pensábamos que estaba en esa franja que se mueve entre uno y otro terreno.



Hablábamos al principio de lo importante que es para ti la luz y de cómo en distintos momentos has jugado con diferentes tipos de iluminación. Sabemos que estás a punto de presentar un nuevo trabajo en el que con tu habitual maestría has incluso creado las fuentes de iluminación que has empleado para realizar las imágenes ¿Nos cuentas un poco de que va este proyecto?

Es cierto que me preocupa muchísimo la luz, incluso a veces cuando me paro ante un quiosco de prensa y veo juntas cuatro o cinco portadas de revistas, no puedo dejar de pensar que en realidad sólo cambia la modelo y el vestido pero que por lo demás estoy viendo la misma fotografía. 

Hace algunos años, cuando creí que mi trabajo en el campo del erotismo ya había sido ampliamente desarrollado, empecé a buscar una forma de evolucionar  y otros medios en los que desenvolverme. Eso dio paso a uno de mis proyectos más radicales, “La Halurización del Pixel”, que consiste básicamente en usar el monitor del ordenador como un negativo “digital” a través del cual realizar la copia en papel fotográfico, me refiero al clásico papel de la fotografía analógica, el que lleva usándose desde hace cerca de un siglo. Poniendo este papel en contacto directo con el monitor y usando la luz del monitor se impresiona la emulsión del papel y se crea la imagen final. Aunque pueda parecer algo muy raro, lo cierto es que los resultados son muy potentes. 

Tras ese proyecto fui haciendo pruebas con distintos tipos de fuego, de manera que el mismo formara parte integra de la imagen, no sólo como iluminación sino como parte activa de la escena que interactuase con los modelos. Así nació “Light-Fire”. 

Y ahora, el próximo día 22 de mayo voy a presentar mi último trabajo realizado, que me ha llevado dos años de pruebas e investigaciones, y que se llama “Light Hands”, en el Auditorio del Centro Internacional de Prensa de Madrid. Y aunque no pienso revelar mucho, quiero que vayas a verlo, te diré que se trata de una serie de retratos en los que por supuesto la iluminación es coprotagonista de los mismos, casi tanto como los modelos. 

Esta exposición forma parte de una trilogía, que empezó con “Light-Fire” y que espero concluir dentro de algún tiempo con un nuevo proyecto que aún está en mantillas y que se llamará “Black Light”.


Y por último, como estamos llegando al final, me gustaría que dejando a un lado tu trabajo me dieras tu opinión sobre como ves en este momento la fotografía en general.

A nivel laboral para trabajar en medios la veo hecha una pena, a nivel artístico o de trabajo personal creo que hay gente que está haciendo cosas muy interesantes, gente que está haciendo lo mismo que siempre y después hay un sector que no me gusta nada y es que se está llamando fotografía a demasiadas cosas, y aunque la fotografía esté dentro de ellas tal vez deberíamos ser más honrados y dejar las cosas claras, vamos que algunos autores deberían decir, “ yo no hago fotografía, yo utilizo la fotografía para hacer algo diferente”. A lo mejor ese algo es incluso superior a la fotografía, pero desde luego no es fotografía.