Cabecera La Mirada Fotográfica

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jueves, 23 de abril de 2015

Rafael Sanz Lobato



Hoy el día ha amanecido gris, se nos ha ido un gran fotógrafo y una gran persona, sirva esta entrada como un pequeño homenaje. 

Rafael Sanz Lobato, nacido en Sevilla en 1932, pertenece a una generación de fotógrafos irrepetible de posguerra que ha partir de los años 50 dio a nuestro país una producción documental excepcional. Estos fotógrafos rechazaron las herencias de preguerra y se desvincularon de ellas, trabajaron con espíritu transgresor respecto al entorno establecido, tanto social como político y, naturalmente, con la práctica fotográfica dominante.  

Sanz Lobato convirtió a la fotografía en una pasión desbordante. Como documentalista realiza varias series: “Bercianos de Aliste”, “La caballada de Atienza”, “La Rapa das vestas”, o “Auto sacramental de Camuñas”. La realizada en la localidad de Bercianos, donde retrata de forma magistral la procesión conocida como del Santo Entierro, recibirá la atención de la revista americana Popular Photography, que en el año 1970, le publica un portafolio de 4 páginas.  



La fotografía documental de Rafael Sanz Lobato nos muestra y nos hace reflexionar sobre un cierto temperamento de nuestro país que nos evoca y recuerda ciertas vivencias. Es capaz de rememorar, entender e interpretar una manera de vivir en un período no muy lejano de la España profunda, donde el carácter y el alma de este país se manifiestan a través de los ritos religiosos o civiles. Sus imágenes nos fascinan y nos enseñan. Rafael es uno de los fotógrafos que ha sabido relacionarse con la gente, escucharla, respetarla y fotografiarla. Sus paisajes ilustran una España árida y al tiempo majestuosa, Una España profundamente religiosa, que respeta siglo tras siglo, año tras año, los ritos marcados por una Iglesia omnipresente. 

Su vasta cultura fotográfica le empuja constantemente a afrontar nuevos retos, alguno de ellos le aproximará primero al retrato y, más tarde, como colofón de su carrera, a la naturaleza muerta.  

En sus retratos encontramos una relación directa y humana con el modelo, en la tradición de los grandes retratistas, retratos en los que Rafael Sanz Lobato ha sabido encontrar el momento de inflexión, la bajada de la guardia del personaje ante una pared lisa y desnuda con un inequívoca dosis de dramatismo, no sabemos cómo lo hace, pero se nos antoja que esa aureola que tiene el personaje fotografiado bien podrían ser los 22 gramos del alma que se le escapa.


 
Y finalmente las naturalezas muertas que configuran una nueva etapa y constituyen otra gran lección de fotografía rebosante de buena inspiración,  y excelente composición. 


Resulta extraordinario encerrar en un rectángulo mundos tan diversos, tan poéticos, sombríos y evocadores. La contemplación de estas obras nos enriquece a medida que descubrimos las múltiples y diferentes piezas de su propuesta.  Un ejercicio reflexivo extremadamente frágil y al mismo tiempo brillante. 



Rafael Sanz Lobato ha sido un creador inquieto y rebelde, un hombre íntegro, curioso y absolutamente comprometido con su arte y su época.  



Desde 1973 su obra ha sido expuesta en galerías y museos de diversos países, tanto en monográficas como en colectivas y ha recibido la atención de la crítica de las mejores revistas especializadas. 



En 2004 el Estado Español le otorga la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, posteriormente en 2009 recibe el Premio Ciudad de Lérida, por el conjunto de su obra y en el 2011 el Premio Nacional de Fotografía del Ministerio  de Cultura.





Rafael San Lobato fue miembro de La Real Sociedad Fotográfica de Madrid entre los años 1961 y 1971, en que abandona dicha institución por sus diferencias con Gerardo Vielba. Fue también uno de los creadores del grupo “La Colmena”, junto a Donato de Blas, Serapio Carreño, Nieto Canedo, José Blanco Pernía, Evaristo Martínez Botella, Carlos Hernández Corcho, Sigfrido de Guzmán y Carlos Miguel Martínez, su fundador. El trabajo de Rafael Sanz Lobato está vinculado  a la Escuela de Madrid, movimiento del neorrealismo hispano, y que estuvo dividida en dos grupos; por un lado estaba el grupo “La Palangana” y por otro el de “La Colmena”, que se fundó como respuesta al anterior en el que sólo tenían cabida cinco o seis miembros. El nombre lo eligieron por su carácter laborioso y su sentido comunitario.

Eran muchas y muy patentes las diferencias existentes entre ambos grupos, tanto políticas como de liderazgo, pero sobre todo predominaba la forma en que sus fotógrafos captaron la España de la época, en lo que sus imágenes mostraban y en como lo mostraban. Este hecho derivó en que durante muchos años los componentes de “La Colmena”, apenas fueran considerados y que a sus obras no se les diera la importancia que por derecho propio les correspondía. El Premio Nacional de fotografía que se le concedió a Sanz Lobato viene de este modo a ser una pequeña compensación por el tiempo que tanto a él como a sus compañeros se les tuvo en el olvido.