Eso no fue óbice para que años más tarde lograra su objetivo, aunque de una manera diferente. Su relación con Christer Strömholm, fotógrafo sueco que se hizo famoso por sus fotografías sobre los ambientes existencialistas de París, tuvo mucho que ver. Su amistad con Strömholm, que además fue su profesor en la Escuela de Fotografía de Estocolmo, influenció la manera de ver y de trabajar de Petersen.
En 1968, Petersen entró por casualidad en el café Lehmitz a tomar una cerveza. El local, situado en el barrio rojo de Hamburgo, era un tugurio frecuentado por prostitutas, homosexuales, proxenetas, alcohólicos y todo tipo de personas que se movían al margen de la sociedad. El azar quiso que dejara su máquina sobre la mesa para ir al baño y al volver se encontró con que los clientes se estaban haciendo fotografías los unos a los otros. Petersen no desaprovecho la oportunidad y tras obtener su permiso para fotografiarles estuvo visitando aquel lugar durante aproximadamente tres años, obteniendo una serie de 88 fotografías que acabaron convirtiéndose en un clásico, su libro Café Lehmitz, publicado por Schirmer Mosel en 1978.
Fue también allí donde hizo su primera exposición ya que las fotografías realizadas fueron colgadas en las paredes del café, detrás de la barra. Su empatía con los personajes retratados le llevó a realizar el reportaje no como un extraño, sino con una mirada de afecto en una especie de diario íntimo.
En sus siguientes trabajos Anders Petersen siguió la misma tónica que tan buen resultado le diera en el realizado en el café. Durante algún tiempo visito los lugares que formarían sus próximos tres libros, una trilogía constituida por un estudio de la marginalidad en cárceles, instituciones mentales y asilos de ancianos. Después de fotografiar un manicomio durante tres años consecutivos decidió que ya tenía bastante y empezó a enfocar su trabajo hacia la calle y la vida cotidiana en ella.
Sin embargo el estilo de Anders Petesen no varió. Sus descarnadas imágenes marcan una constante, de tal manera que su trabajo podría ser todo uno, no importando el lugar ni el momento en que fueron realizadas. Petersen ubica a sus personajes en el centro de la imagen y les rodea de una atmósfera cerrada, casi opresiva, de tal manera que en ocasiones su retratos llegan a ser grotescos, aunque nunca estén exentos de humanidad. La vida en ocasiones es dura y Petersen sin duda es capaz de mostrar esa dureza en toda su realidad.
http://www.anderspetersen.se/petersen/
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