Cabecera La Mirada Fotográfica

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sábado, 27 de marzo de 2021

LA SALA EL ÁGUILA ACOGE, DEL 26 DE MARZO AL 30 DE MAYO, LA EXPOSICIÓN NICOLÁS MULLER. LA MIRADA COMPROMETIDA.

 

Comida de Empresa. Madrid, 1950

Es relativamente frecuente que un tiempo después del fallecimiento de un artista se encuentre alguna obra inédita del mismo. Podría tratarse de una partitura, un cuadro, un poema, un manuscrito o como ocurre en este caso el soporte de una serie de fotografías. Cuando Ana Muller se encargaba de vaciar el último estudio que su padre Nicolás Muller, uno de los más importantes y reconocidos documentalistas del pasado siglo XX, tuvo en Madrid, se dio de lleno con una caja que contenía montones de negativos acumulados a lo largo de los años. A pesar de que éstos no estaban en muy buen estado inmediatamente se dio cuenta del valor de los mismos tanto a nivel documental como fotográfico. 

Con la ayuda de Juan Manuel Castro Prieto, la también fotógrafa y colaboradora de su padre desde principio de los años sesenta Ana Muller, digitalizó los negativos que fueron intervenidos por éste para conseguir un resultado óptimo con el que poder trabajar. A partir de ahí comienza a fraguarse lo que culminará en una muestra que hoy podemos ver en la Sala El Águila de Madrid, pero que previamente ha pasado por Tánger y Tetuán y que seguirá su andadura por los países en los que Nicolás Muller vivió y trabajó una vez finalizada la exposición de Madrid el 30 de mayo. 

Labrador. Hungría, 1935

Con los archivos gravados en un pendrive Ana se dirigió al Instituto Cervantes, institución que siempre estuvo muy interesada en el trabajo de su padre y cuyo anterior director Juan Manuel Bonet quiso ya organizar una exposición con los trabajos que el fotógrafo realizó en Marruecos. Es el poeta Martín López Vega, actual responsable del área de cultura quien se reúne con ella en esta ocasión y queda encantado con el material que está visionando. A partir de aquí y con la colaboración de la Comunidad de Madrid, en cuyo Archivo Regional está depositado el mayor fondo de imágenes del autor, y de el Ministerio de Cultura se empieza a trabajar en plena pandemia hasta llegar al resultado que hoy podemos contemplar y que está compuesto de 125 imágenes, la mayoría inéditas y que abarcan desde las primeras tomas que Nicolás Muller realizó cuando siendo estudiante de derecho y de ciencias políticas recorría con un grupo de amigos, escritores y poetas su país natal, Hungría, andando y en bicicleta y que él aprovechaba para documentar todo aquello que le llamaba la atención, hasta mediados de los sesenta. 

Construcción de Diques. Hungría, 1936

La Madelaine. París, 1938

Hungría era por aquel entonces un país semi feudal de ámbito rural y con una pobreza extrema. Muller documenta está situación retratando a los trabajadores y a las gentes que encuentra a su paso en sus tareas cotidianas. Ya desde estas primeras imágenes se puede observar una mirada profunda y una precisión técnica que iría perfeccionando con los años pero que para un aficionado, absolutamente autodidacta sorprende por su gran calidad. Como sorprende también la sensibilidad y el respeto con que refleja las duras condiciones de vida de niños y adultos, trabajadores en su mayoría desde una edad muy temprana y que va encontrando por igual en los distintos países que va visitando. 

Campesino del Alto Saboya. Francia, 1938

Mercado de Vilar Formoso. Portugal, 1939

Una de las cosas que llama la atención al visitar la exposición es lo increíblemente bien que funciona la composición en todas las imágenes de Muller. Las líneas juegan un papel muy importante en la fotografía, nos ayudan a dirigir la mirada hacía los puntos más importantes, crean dinamismo, nos dan un sentido del ritmo. En las imágenes de Nicolás Muller las líneas no se ven, pero se intuyen. La mayoría de sus fotografías siguen a la perfección la llamada regla de los triángulos, en donde todos los elementos están colocados de manera que cada persona u objeto tiene un peso específico en la imagen. Eso hace que la imagen tenga estabilidad y un mayor impacto visual. También el uso que el fotógrafo hace de los planos picados y contrapicados resalta aquello que quiere mostrarnos. 

Bajo la lluvia. Portugal, 1939

Las fotografías que llenan la sala, fueron realizadas en los distintos países en los que el fotógrafo vivió antes de asentarse en España. Así podemos ver imágenes de Paris, Oporto, Lisboa, Marruecos, la ciudad de Tánger donde tuvo su residencia durante varios años y desde donde dio el salto a España en el año 1948. Fue en Paris en 1938 cuando Nicolás Muller comienza a trabajar como profesional realizando encargos para  Regards, Marianne o Paris Match. Sobre todo se trataba de trabajos relacionados con las colonias infantiles, pero también con otro tipo de fotografía social que refleja la labor de dentistas, labradores, escuelas, etc. De allí saltó a Portugal, con un encargo de una revista francesa, pero allí pasó poco tiempo ya que se encontró con una serie de problemas personales. Y como no pudo volver a París, que había sido ocupada por el ejercito alemán, desde Lisboa recaló en Marruecos en el año 39 donde permaneció por un período de nueve años. 

Tanger, 1942

Grupo de niñas. Tanger, 1945

Ya en Madrid instaló su gabinete en el Paseo de la Castellana, por aquel entonces Paseo del Generalísimo, esquina con la calle Ayala y empezó a trabajar realizando retratos que se encontraban fuera de lo que se estilaba entonces para fotografía comercial, usando planos más cortos, más directos, sin retoques, sin posturas forzadas. Su relación con escritores, filósofos y otros intelectuales le ayudó a posicionarse, al colocar los retratos que realizaba a estos personajes en las vitrinas que daban a la calle, lo cual atraía nuevos clientes a su estudio. Utilizaba un equipo muy básico con iluminación de lámparas fresnel, práctimente sin trípode y con una Rolleiflex que años más tarde, en el 62, cambiaría por una Hasselblad.

El río Huecar. Cuenca, circa 1952

El conjunto de las imágenes que forman la exposición, que ha sido comisariada por la propia hija del fotógrafo Ana Muller y por  José Ferrero, suponen una perfecta muestra del trabajo de Nicolás Muller, que invita a reflexionar y a querer conocer un poco más de una época pasada, pero reciente, y de la obra de este fantástico fotógrafo. Además, de forma exclusiva para esta ocasión, en la Sala El Águila acompañan a estas imágenes numerosos documentos, fotogramas y publicaciones del Fondo Nicolás Muller que se custodia en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid y que cuenta con más de 80.000 fotografías.

Ana Muller y José Ferrero

Junto con la exposición se ha editado un libro que próximamente podrá adquirirse tanto en la sede del Instituto Cervantes como en la librería de LA FABRICA y que contiene el total de las obras expuestas. 

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