Cabecera La Mirada Fotográfica

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lunes, 4 de julio de 2022

DOS PRÓCERES GALLEGOS SE REUNEN EN LA REAL ACADEMÍA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

 

La matanza, Soutelo de Montes, 1955 © Virxilio Vieitez

La semana pasada se inauguraron dos interesantes exposiciones en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Por un lado, en la pequeña sala dedicada a la fotografía en la planta tercera del edificio, se exhiben una docena de imágenes de una de las figuras más influyentes de la fotografía gallega del siglo pasado, Virxilio Vieitez. Y por otro lado la Academia reúne algunas de las obras más importantes del pintor Laxeiro y de varios de sus contemporáneos. 

Comentaba Keta, la hija de Virxilio, en un aparte durante la presentación del trabajo de su padre, que nos hemos pasado la vida volviendo la mirada hacia los fotógrafos americanos y  franceses sin valorar lo que teníamos en casa y no le falta razón. No hay más que echar un vistazo a las exposiciones que se pueden ver ahora mismo en Madrid para comprobar que existe toda una generación de grandes fotógrafos españoles no siempre valorados en su justa medida. Campano, en el Lázaro Galdiano, Catalá Roca en la Sala del Águila y Pérez Siquier en la Fundación Mapfre, son buenos ejemplos de la inmensa riqueza fotográfica que se ha producido en nuestro país en los últimos años. 

Pepe da luz. Bar Avenida, 1964 © Virxilio Vieitez

El archivo de Virxilio Vieitez conforma un importante patrimonio cultural conservado en Soutelo de Montes (Pontevedra), el pueblo en el que nació el fotógrafo en 1930 y en el que trabajó casi toda su vida. Su hija, Keta Vieitez, expuso por primera vez las fotografías de su padre en una muestra autoproducida y presentada en 1997 en su pueblo natal, y que incluía algunas de las que posteriormente serían consideradas las grandes obras de Vieitez. La primera retrospectiva de su trabajo se presentó en Vigo en el marco de la Fotobienal, en 1998, comisariada por Manuel Sendón y Xosé Luis Suárez Canal. Otras muestras posteriores presentaban selecciones limitadas de obras, de entre el material disponible. Sin duda fue Keta la primera en comprender el gran valor del material fotográfico de su padre y quien durante todos estos años se ha preocupado por dar a conocer su obra.  

Carmen, San Marcos, 1958 © Virxilio Vieitez

Virxilio Vieitez siempre realizó sus fotografías por encargo, recorriendo Terra de Montes a lo largo y ancho para fotografiar a sus clientes a domicilio. Su obra reúne todas las características del fotógrafo rural que documentaba acontecimientos y momentos vitales de las personas y familias de la zona — desde bautizos hasta bodas, primeras comuniones o funerales— pero, a diferencia de otros, tenía un talento especial para conferir solemnidad a cada uno de los retratos que realizaba. Su estilo era inconfundible. Poseía una capacidad y una intuición extraordinarias a la hora de plantear la puesta en escena, en la que incluía objetos y sugería poses que a veces rozaban el surrealismo pero que, a pesar de ello, se convertían luego en fragmentos de verdad, fuertemente enlazados con el entorno.  

Entierro, Soutelo de Montes, 1968 © Virxilio Vieitez

En esta ocasión ha sido Publio López Mondejar, Académico de la sección de Artes de la Imagen, el encargado de organizar la muestra, que además de las imágenes de Vieitez contiene también algunas publicaciones de la época y varias fotografías del mismo con Cartier-Bresson, al que le unía una gran amistad. Fue también Publio quien nos recordó la difícil tarea que representa el mantener una sección de fotografía en la Institución, donde tanto las obras en sí, como su producción no estarían allí de no ser por la generosidad tanto de los autores de las mismas, quienes las han donado,  como por quienes se ocupan de imprimirlas y prepararlas para su exhibición, también de forma altruista. En una entidad como la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que mantiene un elevado número de miembros, solamente hay un fotógrafo entre ellos, o más bien una fotógrafa, Isabel Muñoz, que leerá su discurso probablemente el próximo otoño. Parece que por ahora la fotografía sigue siendo la hermana pequeña de las artes. 


La otra exposición que completa la propuesta cultural de la Real Academia de Bellas Artes para este verano es la de “Fue un hombre. Laxeiro”, muestra que gira en torno a la obra del pintor gallego más relevante del siglo XX, José Otero Abeledo, Laxeiro (Lalín 1908 – Vigo 1996), uno de los padres de la vanguardia pictórica gallega.

El Gobierno gallego, a través de la Fundación Cidade da Cultura y en colaboración con el Concello de Lalín, organiza esta muestra con el objetivo de difundir el legado de uno de los grandes renovadores de la pintura gallega dentro y fuera de Galicia. Así, además de en el Museo Ramón María Aller (Lalín) y en el Museo Centro Gaiás (Santiago de Compostela), la exposición podrá visitarse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) y en el Instituto Cervantes (París), con el apoyo en este caso de la Embajada de España en Francia.  

El mundo © Laxeiro

Comisariada por Carlos L. Bernárdez, historiador y crítico de arte, Fue un hombre. Laxeiro en América (Buenos Aires, 1950 -1970) reúne cuarenta piezas procedentes de diversas instituciones como el Museo Municipal Ramón María Aller de lalín, el Museo de Pontevedra o Afundación, centradas en la época de madurez de este lalinense internacional que se instaló en Argentina durante veinte años, sumergiéndose en el ambiente intelectual de la capital porteña, foco de la emigración y el exilio gallego. Se trata de una selección de algunas de las obras más importantes que conforman el Catálogo Universal de Laxeiro, proyecto dirigido por la Fundación Laxeiro que, ha dirigido una investigación dobre la Vanguardia histórica gallega, en la que, a principios de los años treinta, un inquieto grupo de jóvenes artistas e intelectuales, conocido como Los Renovadores, inició un proyecto de actualización estética.

El espanto © Laxeiro

Nacido en la Galicia rural y tradicional, entre 1931 y 1933 Laxeiro reside en Madrid, como alumno libre de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, becado primero por el Ayuntamiento de Lalín y luego por la Diputación de Pontevedra. Allí visita casi a diario el Museo de El Prado y asiste a las tertulias de café, donde conoce a intelectuales gallegos como Otero Pedrayo, Castelao, Vicente Risco y Suárez Picallo. Asiste también a la Granja del Henar, donde conoce a Gómez de la Serna, García Lorca, los hermanos Dieste y Valle Inclán. En 1942 se instala en Vigo y expone ya con regularidad tanto en esta ciudad como en Santiago, Bilbao y Madrid.

Retrato © Laxeiro

En 1951 viaja a Buenos Aires para participar en la exposición titulada Artistas gallegos, organizada por su amigo Luis Seoane, por encargo del Centro Gallego de Buenos Aires, en la galería Velázquez. Desde entonces fija su residencia allí hasta 1970. En ese año, y después de la gran retrospectiva que le dedica la Art Gallery International en Buenos Aires, regresa definitivamente a España, animado también por la creación en su tierra natal, Lalín, del Museo Laxeiro. En esta etapa goza ya de un prestigio indiscutible y comienza a recibir homenajes y reconocimientos, además de llevar a cabo una intensa labor expositiva. El autor fallece en Vigo en 1996 a la edad de 88 años. 



En su trabajo Laxeiro conecta con la sensibilidad informalista a partir de referencias figurativas elementales (cuerpos, rostros), que pueden recordar a las utilizadas por Antonio Saura o también las conocidas Women de Willen de Kooning, con una gama cromática sombría y reducida. A La intensa fuerza plástica y a la calidad de las obras hay que unir el profundo malestar que causa su tratamiento de la figura humana. Se trata de óleos de enorme rotundidad e intensidad, presididos por el dolor y el desarraigo existencial, que sirven de canal para la expresión de la vivencia angustiosa.

Además de las obras del propio Laxeiro la muestra ofrece también un diálogo con algunos de sus contemporáneos, como es el caso de Manuel Pesqueira, Carlos Maside, Julia Minguillón, Luis Seoane, Antonio Faílde y Manuel Prego de Oliver.

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