© Felice Beato
Cuando en 1858 Japón puso fin a su aislamiento, que había durado alrededor de 250 años, y firmó tratados comerciales con Estados Unidos y otros países, se produjo una gran entrada de extranjeros en la isla. Los occidentales fueron autorizados a residir en los puertos ligados a los tratados, así Yokohama, Kobe y Hakodate se convirtieron en los primeros lugares a los que acudieron no sólo comerciantes y empresarios ya que los turistas y viajeros ávidos de conocer las costumbres de oriente también llegaron hasta allí.
Entre la población que se
estableció en estas ciudades también había fotógrafos occidentales que en
algunos casos llevaban tiempo en oriente como reporteros de guerra, tal es el
caso de Felice Beato, y otros que emprendieron el camino hacia lo desconocido.
Desde la década de 1860 tanto los fotógrafos extranjeros como los japoneses
empezaron a establecer allí sus estudios a los que acudían principalmente los
foráneos. La llegada masiva de turistas hizo que surgiera un lucrativo negocio
ya que las fotografías y tarjetas ilustradas se convirtieron en recuerdos
populares. Las imágenes de los cerezos en flor, las geishas, el monte Fujiyama,
los acarreadores o los rickshaws, fueron las más demandadas. Las imágenes
solían venderse en álbumes que contenían alrededor de 50 fotos. De este modo
cuando los viajeros volvían a sus lugares de origen podían mostrar a sus
conocidos los exóticos lugares que habían visitado.
Así pues el mercado turístico dio
lugar al “Yokohama Shasin”, (fotografías al estilo de Yokohama), título que se
refiere a las fotografías realizadas tanto por los fotógrafos japonés como por
los occidentales residentes en la ciudad, entre los años 1860 y 1880. El género
conocido con este nombre consistía en imágenes realizadas en blanco y negro, o
en placas de cristal, que eran coloreadas a mano con pigmentos especiales. En
poco tiempo la técnica se convirtió en un auténtico arte y los grandes estudios
fotográficos contrataban a pintores japoneses para realizar dicha labor.
Tanto los fotógrafos occidentales
como los locales, entre los que se encontraban Adolfo Farsari, Felice Beato,
Kusakabe Kimbei, Tamamura Kozoburo, el Barón Von Strillfied, Ogawa Kazumasa y
Uchida Kuichi, realizaron trabajos en los que el tema principal, la composición
y el coloreado a mano representan una llamativa combinación de las convenciones
y técnicas de la fotografía occidental con las de la tradición artística
japonesa, sobre todo con el ukiyo-e (estampas japonesas realizadas mediante
xilografía). Dichos fotógrafos dieron la clave de las imágenes gracias a las
cuales se conoce la Era Meiji de Japón. Dieron lugar también a que los
japoneses cambiaran el modo en que se veían a sí mismos y a su país. También a
través de las sus imágenes dieron notoriedad a mausoleos y otros lugares que hasta ese momento
estaban reducidos al ámbito familiar y que a partir de ese momento trasladaron
a una audiencia más amplia.
Las fotografías realizadas con
estas técnicas eran caras de producir, un retrato podría costar fácilmente casi
un mes del sueldo de un artesano, ese fue sin duda uno de los motivos por los
que los trabajos estaban destinados a ser adquiridos por una clientela
residente en los enclaves extranjeros, tanto europeos como americanos y entre
los turistas que visitaban la isla. Para atraer a sus posibles clientes los
fotógrafos no dudaron en recrear escenas que denominaban de “usos y costumbres”.
También se utilizaron las fotografías de estos autores para ilustrar libros, como
inspiración para algunos pintores o para registrar eventos y visitas de
dignatarios extranjeros a Japón.
A finales del siglo XIX la
llegada de las nuevas tecnologías y el consiguiente aumento de fotógrafos
aficionados produjo un tremendo impacto negativo en la fotografía comercial.
Para paliar en parte las perdidas algunos fotógrafos como Farsari, ofrecían a
los aficionados el uso gratuito del cuarto oscuro, para que pudieran revelar
sus imágenes, y de ese modo los atraían a su estudio con el fin de animarles a
comprar alguno de sus trabajos.
Es difícil en ocasiones estar
seguros de cuál de los fotógrafos de la época realizó una imagen concreta, ya
que era práctica común que éstos compraran fotografías a otros y que las
vendieran bajo su propio nombre. Además, aparte de la costumbre que existía entre
los propios fotógrafos comerciales de intercambiar negativos, había un buen
número de fotógrafos independientes que vendían sus trabajos a más de un
estudio.
En cualquier caso la calidad de
los trabajos de estos autores ha sido valorada por los críticos de forma
desigual. Por ejemplo Terry Bennett, especialista en la temprana fotografía asiática, se
refiere al trabajo de Farsari como “inconsistente y carente de la calidad
encontrada en los trabajos de Beato, Stillfired o Kusakabe.” Pero Bennett
también reconoce que Farsari empleaba excelentes artistas, usaba los mejores
papeles para imprimir y producía “increíbles fotografías coloreadas”.
Muchas de las
fotografías y álbumes de estos autores pueden encontrarse hoy en día en
numerosos museos y colecciones privadas de todo el mundo.
© Kusabe Kimbei
© Barón Von Stillfried
© Adolfo Farsari
© Anonimo
© Felice Beato
© Tamamura Kozoburo
© Uchida Kuichi
Muy bien documentado.
ResponderEliminararteaunclick.blogspot.com.es
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ResponderEliminarHola Jose, no tengo ningún problema en que enlacéis mi artículo con el vuestro, pero si no tienes inconveniente me gustaría poder ver vuestro artículo, ya que los enlaces que has añadido a tu mensaje entiendo que van dirigidos a páginas comerciales que nada tienen que ver con el contenido cultural de mi blog. Este hecho podría conducir a engaño a otras personas que lean tu mensaje por lo que de no aclarar este punto tendría que suprimir tu mensaje.
ResponderEliminarUn saludo,