Juego de Piedras, 1988 © Colette Urbajtel
Uno de mis principales vicios
consiste en rebuscar en los estantes de las librerías
algún libro de esos que no suelen encontrarse fácilmente, bien por estar
descatalogados, bien porque no alcanzaron suficiente relevancia a la hora de su
distribución o venta. Hace unos días conseguí en la librería Antonio Machado,
una de mis favoritas, un precioso ejemplar de la editorial rm, con el sencillo
título de Colette Urbajtel.
Seguramente todo el mundo sabe
quién era Manuel Álvarez Bravo y también que Lola Álvarez Bravo fue su primera
mujer, sin embargo lo más probable es que muchos de vosotros no conozcáis a
Colette Urbajtel, la segunda mujer de Manuel Álvarez Bravo. Esta fotógrafa de
origen francés, que llegó a México en 1959 para hacer una tesis sobre economía
en el marco de un intercambio cultural, acabo quedándose allí y se convirtió en
la asistente del que fuera su esposo, a quién ayudo a difundir su obra. De 1969
a 1981 trabajó como administradora, asistente y fotógrafa en el Fondo Editorial
de la Plástica Mexicana fundado por Manuel Álvarez Bravo, Rafael Carrillo,
Carlos Pellicer y Leopoldo Méndez.
Al mismo tiempo Colette abandonó
la economía por la fotografía y empezó a desarrollar un trabajo íntimo en el
que se muestran lugares tranquilos, pequeños acontecimientos a veces divertidos
o irónicos, plantas o animales de su entorno. Es una fotógrafa instintiva que
sólo dispara su cámara movida por un impulso irresistible, pues cree que una
simple vista no siempre da lugar a una buena fotografía. Su composición y su
manera de recortar las tomas puede ser drástica, cuando decide excluir de su
campo de visión algo que no le agrada o que considera imágenes excesivamente crueles
o tiernas.
El libro del que os hablo es de
los que a mí me gustan, más bien pequeño, encuadernado en tela y editado con
mucho mimo. Predominan las fotografías y contiene poco texto, lo justo, una
pequeña autobiografía esquemática de la autora y una interesantísima reflexión
que es lo que me ha llevado a escribir este artículo ya que me gustaría
compartirla con vosotros. Lleva por título ¡Ay, mujer! y os la trascribo tal
como viene:
J'écris ton nom, 1985 © Colette Urbajtel
Cochinito al aire, 1980's © Colette Urbajtel
Alacrán en la tina, 1979 © Colette Urbajtel
“Hace unos años, la directora de
una galería de fotografía en Nueva York, formó una exposición y la hizo
circular con el título ¿Hay una cámara femenina? Se supone que la respuesta
implícita es: sí. Pero, entrando en preguntas tontas: ¿es femenina la
fotografía?
Exhumando del fondo de los siglos
símbolos inherentes al funcionamiento de la mente humana: que la tierra y el
agua son mujer, que el fuego y el aire son hombre, los mismos símbolos han
perdurado o vuelto a surgir, más o menos
afines a uno u otro sexo, en actividades tradicionales o nuevas.
Se puede describir el dibujo como
esencialmente masculino por sus instrumentos, los lápices, y porque implica
creación, imaginación impositiva. Tanto más si se compara con la fotografía.
Ésta es recepción, pasividad, copia del existir visible, estado de ánimo. En su
quehacer interminable, vean las cámaras huecas, las lentes redondas, sus
cristales transparentes y reflexivos, y las películas que admiten primero una
imagen latente. El trabajo de cuarto oscuro es típico proceso femenino: primero
revelar y luego ampliar como la vida en desarrollo; incluso los utensilios:
cubetas, probetas, tanques, la luz tenue y hasta el delicado dosificar de cada
cosa. ¿Les parece poco? Al ver sus basureros llenos, y peor aún las cajas
repletas de fotografías mal logradas, mal tomadas, mal impresas, débiles
imitaciones o copias de obras del pasado, como no evocar los incontables
ensayos de la naturaleza, los ovarios tantas veces trabajando en vano, los
huevecillos perdidos o devorados. Y frente a la demanda insaciable de hermosas
doncellas jóvenes por parte de los compañeros, la proporción de mujeres feas,
hoscas y viejas.
Retrato en Teotihuacan, 1967 © Colette Urbajtel
Caballos y muro, 1977 © Colette Urbajtel
Admitamos pues como demostrado
que la fotografía es la más femenina de las bellas artes.
El año pasado durante la
exposición de una fotógrafa en un prestigiado museo de la Ciudad de México, en
la mesa redonda acerca del tema en cuestión, una mujer proyectó fotografías de
mujeres. Quizá estaban particularmente bien seleccionadas, o la historia de la
fotografía, aunque corta, está tan poblada que resultó fácil escoger. Tal vez
hubo discriminación al construir la historia, o ellas escogieron mejor sus
tomas al contar con recursos escasos, o son más fáciles de rastrear por ser
menos numerosas en actividades firmadas. El caso es que su obra parecía
destacarse frente a la de los hombres, en su contenido y forma.
Calavera pintada, 1962 © Colette Urbajtel
La tierra es redonda, 1978 © Colette Urbajtel
Julia Margaret Cameron retrata
personajes victorianos, pero los hace posar como peones de un salón mundano.
Margaret Bourke-White y Dorothea Lange, en sus fotografías de reportaje, llegan
a mostrar detalles humildes de la vida diaria. ¿No les parece más evanescente
el romanticismo de Gertrud Käsebier; más tierna la sensualidad de Tina Modotti,
Joyce Tenneson o Claude Batho; más graciosos el impudor de Judy Dater? El
expresionismo denigrante de Diane Arbus, está lejos de toda concesión: ¿no
lleva a un mayor extremo lo patético, por haber tenido que sufrir, a lo largo
de los siglos, la fealdad del macho conquistador?
Si, señores fotógrafos, la parte
femenina de su ser complejo es la que obra cuando fotografían, y en nosotras,
al disparar, se suelta nuestra parte masculina creativa, a lo mejor. Valioso,
infinito instrumento del ser insatisfecho en el mundo, emitiendo, modulando
sobre las ondas, al alcance de todos, un grito liberador.”
Vitrina con niño pescador, 1964 © Colette Urbajtel
Manuel y luna, 1970's © Colette Urbajtel
Supongo que frente a esta
diatriba podría organizarse un buen debate. Vosotros ¿Qué creéis? ¿Es femenina
la fotografía?
Me ha gustado leerte
ResponderEliminarLas imágenes en blanco y negro me gustan y llenan de nostalgias
un placer haber estado aquí