GALERÍA CASA SIN FIN
C/ Doctor Fourquet, 8 MADRID
Del 27 de Mayo al 29 de Julio de 2017
La Galería Casa Sin Fin, dentro del Festival Off de PhotoEspaña,
presenta dos trabajos del Fotógrafo Alejandro S. Garrido, en los cuales el
autor muestra una visión personal de distintas ciudades de la geografía
española, realizados también en diferentes épocas. La evolución o la falta de
ella, que domina los barrios y las calles de estas ciudades son una muestra de
la propia vida que se desarrolla en ellas.
“Un lugar sin refugio” se compone de una serie de fotografías y textos
que utilizan la Gran Vía de Madrid como marco de acción. Atendiendo a su
reciente actualización como eje estratégico de inversión, la serie trata de
evaluar las tensiones creadas por los sistemas de producción urbana en el
Neoliberalismo y los límites que éstos imponen a la experiencia posible,
vivible, de la ciudad.
“ Corea ” son historias paralelas de barrios de Huesca, La Coruña,
León, Toledo, Palencia o Palma de Mallorca llamados familiarmente “ Corea ”, ya
que surgen en la época de dicha guerra oriental, coincidiendo con la firma del
acuerdo bilateral español con EE.UU. y los Pactos de Madrid del 53.
En la primera mitad de la década de 1950 se producen en España dos
acontecimientos de resonancia asimétrica en la historia. El primero de ellos,
la firma de los acuerdos bilaterales con los Estados Unidos, los Pactos de
Madrid de 1953, que en pleno auge de la guerra fría condicionarán el desarrollo
posterior de la política española, durante y tras la dictadura, al menos hasta
el definitivo ingreso en la OTAN en 1986. El segundo emerge a la sombra del
primero como una anécdota que, en apariencia, carece de significado histórico.
Por todo el Estado se están inaugurando proyectos de urbanización marginal,
viviendas sociales que apenas serán capaces de contener la llegada a las
ciudades de los que abandonan el campo o de los que, sencillamente, se apiñan
en casas insalubres. Recibirán el nombre del dictador —Barriada de Francisco
Franco, Grupo Generalísimo Franco— o el de una virgen —La del Perpetuo Socorro,
La Inmaculada—, pero no tardarán en ser reconocidos por otro nombre, el de la
guerra contra el comunismo que libra, en el confín del mundo, el amigo
americano: «Corea».
Diseminados por el territorio —Huesca, La Coruña, León, Toledo,
Palencia o Palma de Mallorca—, los barrios de «Corea» conformarán un
archipiélago de sospecha y miedo. En su función institucionalizada demarcarán
el umbral entre la pertenencia socialmente aceptable y su afuera. Ser
«coreanos» significará, entonces, existir en el límite social. Sujetos en el
insulto, sujetos por la violencia nominativa que se inscribe en los cuerpos y
los pone en su lugar. En un vaivén perverso entre la inclusión y la exclusión:
lo mismo víctimas de la miseria y la ignorancia, que amenaza para el imperio
del orden moral dominante. El nombre de «Corea» va ha inaugurar un infrasujeto
cuya abyección y estigma han perdurado en el tiempo, atravesando la historia
reciente del país.
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