CÍRCULO DE BELLAS ARTES
Sala Minerva
Calle de Alcalá, 42, MADRID
Del 31 de Mayo al 24 de Septiembre
La sala Minerva del Círculo de
Bellas Artes acoge hasta el 24 de Septiembre la exposición Ce fut un homme sans moralité (Fue un hombre sin moralidad) de
Pierre Molinier con la colaboración de la Galerie Kamel Mennour de París.
Componen la muestra alrededor de
cuarenta obras, entre fotografías y fotomontajes, procedentes de la Galería
Kamel Mennour y dos colecciones particulares. Esta exposición desvela el
universo de Pierre Molinier cargado de sexualidad y reivindicación del placer.
Pintor de profesión y proveniente
de una familia modesta, Molinier tuvo una vida transgresora que convirtió en
objeto de su expresión artística. El inconformismo hacia su cuerpo y el
desdoblamiento de su personalidad fueron otras de las características de su
obra.
La selección que compone esta
exposición, fechada en torno a los años 60, muestra la ambigüedad sexual en la
que el propio Molinier se movía. Travestido y alejado de la hipocresía moral y
de las costumbres de su época, despliega
una visión onanista de la sexualidad a través del uso de objetos y accesorios.
García-Alix dice: “Ahora pongamos
sonidos negros. Sordina. El espíritu oculto. Disfraz. Voyeurismo. A Pierre Molinier
y a su obra los alimenta Eros. Seducido constantemente por el doble o por sí
mismo, se trasviste. Se hace el amor. Se posee. Parece una muñeca con la piel
de otros cuerpos. Es Pierre. Medias oscuras. Papel pintado. Zapatos.
Fetichismo. La profanación y su placer excelso. Estamos ante la obra de un gran
fabulador. Un independiente. Un individualista con lo femenino como obsesión y
pertenencia. Una mirada heterodoxa y radical que busca en la figuración del
deseo su territorio más íntimo de creación. Lo nutre un modernismo gótico. Un
darse sin pudor y el narcisismo como espejo multiplicador. No se pone
prohibiciones ni censura. Solo es juego. Sexo andrógino. Sin vellosidad.
Hermafroditismo simbólico. En sus imágenes le vemos sonreír, con dientes
afilados. Hierático y rabioso como si fuera un caníbal, se oculta tras una
máscara ornamentada de recortes. Cuerpos entrelazados. Un hombre que escribió y
fotografió sobre la cruz ficticia de su tumba el epitafio “Ce fut un homme sans
moralite” (“fui un hombre sin moralidad”). Con esta lucidez acepta su causa. No
busca gloria ni honores. Se muestra obsceno. Perverso. Como un exhibicionista
abriendo su gabardina. “Mise en scène” y luz fría. Un gabinete de curiosidades
mórbidas. Misterio, sexualidad, fantasía. De ahí que lo surrealista en su obra
sea evidente y lejano al mismo tiempo. Hasta para su muerte, preparada y
ejecutada por su propia mano. “Je me tue” (“me mato”), dejó en la nota. Feroz
hedonismo e independencia.
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