C/ Ventura Rodríguez, 17 MADRID
Del 8 de Junio al 16 de Septiembre
Quietud y vértigo es el título de
la exposición con la que la Premio Nacional de Artes Plásticas, Carmen Calvo,
participa en la Sección Oficial de PHotoESPAÑA 2018. Carmen Calvo no es
demasiado expresiva con sus palabras, pero si lo es en su forma de trabajar y
en el resultado final de sus obras. No puede llamársela fotógrafa, como ella
misma ha recalcado en la presentación de la exposición, ya que ella no realiza
fotografías. Su labor consiste en recuperar imágenes olvidadas y darles una
segunda vida, una nueva oportunidad.
Se trata de una muestra en la que
la artista fusiona la fotografía con otros lenguajes para construir un discurso
lleno de ironía y humor, tomando como punto de partida instantáneas de álbumes
familiares anónimos de los años 40 a 70 del siglo XX.
Carmen Calvo. Y no he quedado para nadie, 2006 © Carmen Calvo
La elección de imágenes de ese
periodo no es casual. ya que pertenecen a una época en la que España sentía el
inmovilismo y represión de la dictadura franquista, pero que paradójicamente
también vivieron los primeros movimientos que reivindicaban la liberación de la
mujer.
Como explica Oliva María Rubio,
comisaria de la exposición: “Esas imágenes renacen a una nueva vida, se produce
en ellas un temblor, que desvela nuevos significados. La quietud, el silencio,
el olvido de esas pequeñas imágenes de la memoria familiar perdida, ahora
rescatadas, se convierten en manos de la artista en sorpresa y vértigo.”
Carmen Calvo. Los ojos de los pobres, 2000 © Carmen Calvo
Para ello la artista interviene
sobre esas fotografías y las manipula. Las pinta, araña, añade objetos, textos
y las amplia de tamaño. Todo ello con el objetivo de “despertar” esas fotos
antiguas y descontextualizadas de un letargo que las sume en el anonimato, para
darles una nueva vida y un nuevo significado. Como señala la comisaria: “Si la
fotografía detiene el tiempo, ella nos la devuelve haciéndola presente”.
Con este proyecto, Carmen Calvo
invita al espectador a replantearse lo que ve a primera vista y del mismo modo,
muchas de las intervenciones sobre las imágenes se concentran en los ojos de
los protagonistas de las fotografías, como una forma de señalar que tal vez el
sentido de la vista, en el que tanto confiamos, pueda a veces traicionarnos.
Carmen Calvo. No haber sido Madame de haren, 2003 © Carmen Calvo
Quietud y vértigo pone sobre la
mesa cuestiones como la familia, la religión, la guerra, la infancia, la
maternidad, la memoria o las relaciones entre madres e hijas que se abordan
desde el humor y la ironía con el fin de desterrar falsos mitos y
convencionalismos sociales.
Claude Bussac, Carmen Calvo, Oliva María Rubio y Lurdes Vaquero
Sobre Carmen Calvo
Carmen Calvo, Valencia 1950,
Estudió en la Escuela de Artes y Oficios. Título de Publicidad 1970. Estudió en
la Escuela Superior de Bellas Artes de Valencia. De ella Georges Duby dice:
"Como los coleccionistas que
antaño acumulaban “curiosidades” en sus almacenes, como los arqueólogos que
clasificaban los ínfimos vestigios de las civilizaciones, Carmen Calvo, tres
años atrás, cuando la conocí en su taller de la Casa de Velázquez, sumaba
pacientemente series de signos. Se trataba de esos restos insignificantes que
se pueden recoger ocasionalmente en la calle o de fragmentos de arcilla
modelados por sus propios dedos. De este modo iba desarrollando, en escrituras
indescifrables, secuencias de discursos enigmáticos sin principio ni fin. Daba
la impresión de estar jugando. Cada vez dominaba mejor la mano. Pero en el
trasfondo del ejercicio aparentemente lúdico, se adivinaba, en efecto, una
referencia esencial. A Van Gogh, a su manera de pintar, de dibujar sobre todo,
yuxtaponiendo pincelada o rasgo, cada uno de los cuales, aislado, podía
fácilmente participar de los conjuntos de Carmen Calvo, cuyo más nítido deseo
era, mientras se acostumbraba a dominar el espacio, el evocar, como en un
palimpsesto, tras las lineas de esas parodias de libros indescifrables, las
estructuras de enormes extensiones de la tierra.
La artista llegó a París. Se
instaló, no sin dificultad, en la Ciudad de las Artes, frente al Sena. Con una
luz completamente nueva, las vibraciones bajo los arcos del Pont Marie la
fascinaron tanto como la fuerza que adquiere el tronco de los grandes árboles
de la Isla de Francia. No cesó, sin duda, de seguir triturando la arcilla,
multiplicando huellas e incisiones, ordenando en largas series de pequeñísimos
formatos como si se tratara de las páginas de un diario íntimo. Sin embargo, la
obra toda cambia bajo el efecto del trasplante parisino. Por medio de una
brusca explosión primero, por el gusto del gesto amplio, por la voluntad de
erigir formas monumentales, de representar, esta vez deliberadamente, inmensos
paisajes trágicos. Carmen Calvo se abandona hoy, para nuestro gran placer, al
placer de manejar lo que Albert Skira llamaba “la gran paleta”, de confiar a la
fluida, espesa, generosa emanación de la materia coloreada la tarea de traducir
aquello que la conmueve.
La ironía no desaparece y menos aún Van Gogh en lo que éste tiene de expresionista. Pero el juego, la minuciosidad rigurosa, el escepticismo de las primeras épocas han dejado aparecer el vigor, afirmado hasta la violencia, de un temperamento admirable. Femenino, sin lugar a dudas: Pero de aquella femineidad robusta, inquebrantable y fecunda que los moralistas del siglo XII mostraban como ejemplo a los hombres para sacarlos de su inercia."
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